domingo, 27 de marzo de 2011

V MEDIA MARATON DE SEGOVIA











Esta mañana, y tras el cambio de hora, tocaba madrugar. A las siete de la mañana he quedado con mi cuñado Alejandro y con mi amigo Javi para irnos desde Madrid ha participar en la quinta edición de Media Maratón de Segovia, una carrera en la que nunca había participado y de la que me habían hablado de su dureza, de su buena organización y de lo bello de las zonas por donde discurre. A las siete en punto, estaba en el lugar convenido con mi cuñado, al igual que éste, no así Javi, de quien recibimos un mensaje que a última hora se “cae” de la cita ya que parece ser que no se encuentra bien, una lástima porque sin él el viaje y la carrera no serán lo mismo, en fin, otra vez será.

Tras abandonar Madrid, y después de una paradita en el alto de los Leones a beber el agua pura de su fuente, ya se sabe eso de “agua de la que bebes… vuelves” llegamos poco después de las ocho y media de la mañana a Segovia, aparcamos el coche en un periquete cerca de la zona de salida y nos vamos a por los dorsales. Es muy pronto todavía, pero a ambos nos gusta llegar con tiempo de sobra a los sitios para evitar los agobios de última hora y tener tiempo para realizar todos los rituales previos a una competición, ya se sabe, cafetito, calentamiento, meaditas, etc….

Retiramos los dorsales en un santiamén y damos una vuelta por los alrededores donde aprovechamos para buscar a improvisados fotógrafos que, con el móvil de mi cuñado en mano, nos inmortalicen bajo las piedras bi-milenarias del acueducto de Segovia, una impresionante obra romana de ingeniería, que no por conocida deja de sorprenderme en cada ocasión que lo visito. Delante de una de las iglesias que están cerca de la zona de salida intentamos que una joven nos haga una foto y la muchacha muy dispuesta accede a ello, pero cuando la fotógrafa acaba su cometido de repente un señor, un poco fisgón, que está justo detrás de ella le recrimina por habernos cortado los “pies” en el retrato, el hombre trinca el móvil y se dispone a inmortalizarlos él mismo, y así lo hace quedando realmente satisfecho con su trabajo, satisfecho él me refiero, porque lo cierto es que si la sorprendida fotógrafa es cierto que nos había dejado sin pies para la posteridad, no es menos cierto que el avezado fotógrafo nos dejó sin parte de la torre de la iglesia que es lo que realmente queríamos que saliera en la fotografía, en fin , ahí queda la anécdota.

Después vendrían unos cafés en una cafetería bastante llena de corredores viendo la llegada del gran premio de Fórmula Uno que termina en esos momentos y desde donde nos dirigimos de nuevo al coche para vestirnos ya de corto.

Son ya pasadas las diez de la mañana, y ya de corto nos quedamos por la zona de salida, la mañana es fresquita pero de momento las previsiones de lluvia no se están cumpliendo, aunque bien es verdad que sobre nuestras cabezas sobrevuelan unas nubes más negras que grises amenazantes. Por la zona de la salida podemos ver a muchos voluntarios, y a algunos militares de artillería dando los últimos toques al cañón que dará inicio a la prueba, aquí no se andan con pistolitas, aquí la salida se hace a cañonazos, con dos huevos. Del cielo gotean unos cuantos paracaidistas que con precisión milimétrica aterrizan sobre el objetivo marcado, para posteriormente sobrevolar nuestras cabezas el avión Hércules desde el que se han arrojado al vacío.

Poco a poco la gente va tomando posiciones ya que se acerca la hora, sobre las diez y cuarto también lo hacemos Alejandro y yo cerca del arco de salida. Cada minuto que pasa el grupo se hace mas grande y ya casi no cabe ni un alfiler en la zona donde estamos, pero siempre tiene que aparecer el tonto de última hora que literalmente a empujón limpio intenta llegar hacia la zona delantera, (Dorsal 3501) pero a éste ¿Quién le enseñó educación?, ¿no se da cuenta que los demás llevamos ya un rato esperando?. Pues el tío no se corta, sigue empujando a todo el que se le pone por delante y cuando le recriminamos su actitud su única defensa es decirnos que él corre mucho y tiene que salir delante. Anda éste y a mi que me cuenta, que hubiese venido antes, y sino que se vaya por delante del arco donde de verdad están calentando los buenos y a ver si le dejan un hueco entre los élite de verdad, lo que hay que aguantar.

En fin, cuando restan menos de cinco minutos para la salida comienza a llover, al principio tímidamente, pero en un par de minutos la cosa parece empezar a ponerse seria y de repente afloran los fantasmas de otras carreras pasadas por agua, ufff, mejor no pensarlo ya que en ésta ni siquiera hemos salido todavía. Menos mal que todo queda en un pequeño chaparrón que no da tiempo a mojarnos mucho, aunque sí lo suficiente para dejar los adoquines resbaladizos, habrá que tener cuidado.

A las diez y media en punto el cañón escupe un tremendo pepinazo que nos pone a todos las orejas tiesas, ha dado comienzo la prueba, mi cuñado y yo nos deseamos suerte y comenzamos a intentar correr, y digo bien, intentamos, ya que el lugar en el que nos hemos colocado en la salida no nos permite hacer mucho mas, de hecho pasamos por debajo del arco de salida andando y todavía necesitaremos algún metro mas para ponernos a trotar. El cañón ha dejado un inconfundible olor a pólvora en el ambiente que nos acompaña durante algunos cuantos metros.

El primer kilómetro es cuesta abajo, y lejos de poder aprovecharlo se hace difícil poder correr bien ya que no hay hueco por donde hacerlo. Voy dentro de una gran masa de corredores de todo tipo e intento buscar espacios por donde poder escapar, pero hasta el momento con poca fortuna, además noto el pavimento, compuesto de adoquines, muy resbaladizo e intento ser cauto. Es pasado el primer kilómetro donde me salgo a la acera y comienzo a adelantar posiciones encontrando ya muchos mas huecos por donde poder correr. Pasado el primer kilómetro la carretera se empina y así puedo ver delante de mí a unos cientos de corredores que ocupan la calzada de lado a lado, sigo adelantando a muchísima gente por el lado izquierdo del pelotón y encontrando un ritmito bueno y cómodo.

Hasta pasado el kilómetro tres el perfil sigue ascendiendo y justo antes de llegar a una rotonda donde termina el ascenso saludo a un corredor que entrena en el mismo Parque Juan Carlos I donde lo hago yo, por lo que nos vemos casi a diario, igualmente doy alcance y rebaso a dos muy buenas corredoras como son Recuerdo Arroyo y a María Ruiz Castellanos, las saludo las doy ánimos y sigo hacia delante. (Por cierto en este punto también adelanto al dorsal 3501, si ese que tanto empujaba en la salida porque decía que él corría mucho y tenía que salir con los élite, pues parece ser que no corre tanto como decía, en fin....)

Nos cruzamos con la cabeza de la prueba donde va un español destacado en cabeza, luego un grupo de keniatas y marroquíes para poco después el grupo de las favoritas para ganar la carrera en categoría femenina.

Buscando el cuarto kilómetro y hasta pasado el sexto el recorrido es una larga bajada donde recupero bastantes posiciones a buen ritmo, no sabría decir bien cual ya que hace tiempo ya que no miro mucho el crono, pero por las sensaciones que llevo debió caer algún kilómetro por debajo de tres minutos treinta segundos. Nos cruzamos con un nutrido grupo de militares que entonando canciones ascienden el tramo que hace pocos minutos hemos completado los que ahora bajamos.

De momento no me quedo en ningún grupo en concreto, voy llegando a algunos de ellos pero llevo un ritmo un puntito por encima e intento aprovecharlo, es probable que luego lo pague, pero de momento intento beneficiarme de ello. Después de la interminable bajada y una vez dejado atrás el sexto kilómetro nos adentramos por un precioso parque en el que pisamos un camino de tierra que va flanqueado por columnas de agua cristalina que, canalizadas a cielo descubierto en todo su tramo, discurren junto a nosotros pareciendo querer acompañarnos.

En el kilómetro siete las calles vuelven a mirar hacia el cielo, bueno en éste caso mejor dicho miran hacia el Alcázar, a donde parecen querer conducirnos haciéndonos pagar un duro peaje en forma de sucesión de curvas cerradas y largas cuestas. Desde el citado kilómetro siete hasta casi llegados al décimo, la carrera tenemos que realizarla por una considerable pendiente ascendente, bastante dura cierto, pero compensada por la belleza del entorno y del numeroso público que nos hace llegar sus ánimos. Todo este tramo lo hago acompañado por dos corredores, uno de ellos de un club de Hortaleza, cerca de mi domicilio llamado “La Panda del Muro”. Pasado el kilómetro noveno pasamos por debajo del acueducto que nos vio salir y ahora aquí el público es numerosísimo y animando como hacía tiempo no veía, público que se hace cada vez mas numeroso cuando por las estrechas callejuelas del casco histórico segoviano buscamos el kilómetro diez, en donde a su paso tomo una botella de agua que me ofrece un voluntario y a la que doy apenas dos sorbos para seguir corriendo, cada vez soy mas torpe a la hora de beber corriendo, no consigo hacerlo bien a pesar de los años.



Desde el kilómetro diez hasta llegado el once es el único tramo de la carrera que podría considerarse llano, ya que en el resto o bien se sube, o bien se baja, así que lo recibo con enorme gratitud e intento pegarme a los dos corredores con los que he realizado la subida al Alcázar y que después del avituallamiento se me han ido un poco por delante, no tardo mucho en unirme nuevamente a ellos. El progresar mas hacia delante ya se hace complicado ya que, a parte del ritmo vivo que llevo junto a mis dos compañeros de viaje, existe un auténtico vacío delante nuestro en el que únicamente esporádicamente vemos muy a lo lejos las bicicletas que marcan el grupo de las primeras clasificadas femeninas, pero están a un mundo nuestro y se me hace que cada vez mas lejos.

A partir de los once mil metros recorridos las calles vuelven a tonarse en contra nuestro en cuanto a su perfil se refiere ya que sin ningún descanso, y es literal, la pendiente que tenemos que ascender no nos abandonará hasta pasado el kilómetro catorce y muy cerca ya del quince. Por tanto, tenemos por delante más de cuatro kilómetros de ascensión continuada y hay que saber reservarse.

Comenzamos el ascenso por una amplísima avenida con buen asfalto, y nos vamos un poco hacia delante uno de los corredores que me acompaña desde ya algunos kilómetros y yo. Por el contrario el atleta de “La Panda del Muro” parece descolgarse un poco.

Así voy subiendo la interminable cuesta junto con el otro atleta, y a relevos vamos dejando atrás mas metros de los que poco a poco nos quedan por delante. Pasamos por delante de la Iglesia de Santo Tomás que me trae muy buenos recuerdos de cuando hace tiempo hice uno de los cuatro Caminos de Santiago que tengo completados, en aquella ocasión lo hacía en bicicleta de montaña desde Madrid, también junto a mi cuñado y otros dos amigos y paramos precisamente en esa Iglesia donde nos sellaron muy amablemente las credenciales del peregrino. Aquélla vez iba en bici y haciendo el recorrido contrario por lo que la cuesta en aquella ocasión me mostraba su sonrisa, lejos de su faceta mas dura que me ofrece hoy, dos versiones, y visiones muy distintas para una misma calle. Estos pensamientos me hacen abstraerme durante algunos segundos de la carrera, pero pronto vuelvo de nuevo a la realidad, y ésta realidad no es otra que todavía quedan mas de dos kilómetros para terminar la progresiva y continuada cuestecita.

La gente en este tramo anima bastante desde la acera e intento distraerme con la diversidad de personas que se asoman a contemplar el paso de unos atletas en una media maratón, desde los que no pueden negar que son familiares de sufridos corredores, hasta los que se les nota que han bajado de casa a comprar el pan y aprovechan el colorido de la carrera para distraerse un rato. Pasamos el kilómetro trece y esto sigue subiendo, y subiendo, y subiendo más, incluso cuando pasamos el kilómetro catorce el perfil sigue siendo ascendente, aunque ya nos llegan gritos del público indicándonos que la cuesta acabará por rendirse a nuestras zancadas. Efectivamente, tras un par de giros por las calles de la zona conocida como “Nueva Segovia”, llegamos al kilómetro quince donde ya el trazado nos da un respiro, no es que se convierta en bajada, ya que es llano, pero al menos la cuesta se ha terminado. En este punto alcanzamos a otro corredor que viene descolgado del grupo de las chicas su nombre es Antonio quien se une con nosotros, y poco después se nos vuelve a unir también el corredor de la “Panda del Muro”.

Voy en cabeza tirando de los otros tres atletas por unas calles ahora desiertas de gente y cada vez más abiertas y expuestas al viento, como así comprobamos nada mas girar a izquierdas en una gran rotonda pasado el kilómetro dieciséis. Trato de imponer un ritmo exigente ya que he salido bastante entero de la última cuesta, y alguno de los corredores que me venía acompañando acaba cediendo, ya que pasados unos cientos de metros me doy cuenta que solo me acompaña el atleta del club de Hortaleza, y ambos comprobamos como vamos recortando terreno a una de las negritas que defiende la tercera posición.

Hasta el kilómetro diecisiete es un llano donde pega un poco el aire de cara, pero no lo suficiente como para hacer bajar el ritmo. Rebaso otra rotonda y comienza otra bajadita donde acelero todavía un poquito más con el ánimo de acercarme lo más posible hasta la africana a la que cada vez me da la sensación de estar mas cerca. Mi compañero de carrera va pegado a mí y de vez en cuando intenta sin éxito darme algún relevo. El llegar al kilómetro dieciocho, hacer un giro de noventa grados a la derecha y rebasar a otro corredor es todo uno. Noto que voy bien, alguna pequeña molestia en la parte baja de la espalda, pero no deja de ser eso, una molestia que me lleva acompañando ya muchos meses, por lo demás noto que, salvo el lógico cansancio del esfuerzo, tengo todavía fuerzas para llegar a la africana de la que ya nos separan apenas treinta metros.

Ahora el recorrido vuelve a ser en bajada, e intento aprovecharlo al máximo acercándome cada vez mas a la chica que va delante y llegado el kilómetro diecinueve ya estoy prácticamente con la africana, además de dar caza al mismo tiempo a otro corredor al que ella a su vez a echado el guante. Tras unos cuantos giros pasado el diecinueve comienza a haber cada vez más y más público y los aplausos empiezan a ser continuados. Un nuevo giro de noventa grados a la derecha y flanqueado a la derecha por una acueducto que en este momento no levanta mas de dos metros del suelo, doy por fin caza a la negrita y voy codo con codo con ella a muy buen ritmo hasta cerca del kilómetro veinte donde me veo con fuerzas y decido seguir hacia delante. A partir de aquí el kilómetro que resta será un continuo toma y daca entre cuatro corredores: El chaval del club Hortaleza que me acompaña desde allá por el lejano octavo kilómetro, la africana, el otro corredor al que ésta dio caza y yo mismo. Cuando digo toma y daca me refiero a que durante esos mil metros se repiten las escaramuzas entre los cuatro, tan pronto salta como una bala la keniata como que la volvemos a coger y soy yo el que lo intenta, durando mi aventura escasos trescientos metros, luego me dan caza y cerca ya del kilómetro veintiuno nos vamos hacia delante el del Hortaleza y yo, donde ya no nos volverán a atrapar, definitivamente el otro corredor y la negrita han tirado ya la toalla.

El calor de la gente en este tramo final es indescriptible, es numerosísimo el gentío que se agolpa a ambos lados de la adoquinada calle y nos hacen llegar en volandas hasta los dominios nuevamente del acueducto que ahora se nos presenta ante nuestros ojos con todo su esplendor. Pasamos por fin el kilómetro veintiuno y me lanzo al esprint buscando ya el arco de meta, el atleta que va junto a mí también esprinta y con mejor resultado que yo llega justo delante de mí al arco de meta que nos recibe con un tiempo de una hora y casi dieciocho minutos. Unos voluntarios de quitarse el sombrero nos atienden estupendamente e incluso me quitan el chip de la zapatilla.

Llego algo tocado por los kilómetros finales, pero soy optimista y creo que he realizado una buena carrera disfrutándola a tope que es mi objetivo últimamente. El tiempo es cierto que nos es bueno, pero tampoco lo busco, yo creo que solamente el primer kilómetro ya tardé mas de cinco minutos en hacerlo y no me importó en absoluto, luego he tenido tiempo de divertirme en carrera disfrutando de este deporte y compartiéndolo con casi cuatro mil personas en una fresca mañana segoviana que al final nos ha respetado en cuanto al tiempo, aunque al llegar a meta de nuevo a comenzado tímidamente a llover. Ha sido una carrera dura, pero muy agradable, he sabido correr sin sufrir, disfrutando de los paisajes, de los enclaves más significativos de esta bonita ciudad y sobre todo, sobre todo, de la buena compañía de gente que como yo solo piensa en pasarlo bien y ser feliz con lo que hace.

Recojo una botella de agua, una medalla de recuerdo así como algún zumo, bollo y también un “pan preñao” con el que nos obsequia la organización de la carrera para, mientras doy buena cuenta del mas preñao de los panes, esperar a mi cuñado que llegó en un buen tiempo de una hora y treinta y pico minutos y todavía esperar algo mas a la entrega de trofeos al haber quedado segundo en mi categoría. Entrega de premios un poco caótica en cuanto a las categorías de veteranos se refiere, todo hay que decirlo, pero supongo que la organización, que en todo momento ha estado muy acertada, tomará nota para próximas ediciones.

Ha sido una bonita mañana de atletismo, en una bonita ciudad a la que espero volver, si todo va bien, al año que viene. Ahora toca descansar un poco para el próximo domingo volver a participar en otra Media Maratón, ésta con un recorrido un poco menos exigente, aunque solo un poco, ya que Madrid tampoco puede presumir de que sus calles sean precisamente llanas.


Salud para todos/as.

domingo, 6 de marzo de 2011

MEDIA MARATON DEL CAMINO DE SANTIAGO










Fotos cortesía de Nacho (NÁJERA)y Lourdes.

Hace poco leí información sobre esta Media Maratón que se disputa entre las localidades Riojanas de Nájera y Santo Domingo de la Calzada y tras haber disfrutado del Camino de Santiago en cuatro ocasiones, me apetecía mucho tomar parte en ella y recorrer corriendo un tramo del Camino por el que en otras ocasiones lo hice como peregrino. Intenté convencer a mis amigos Javi y David quienes en dos ocasiones me han acompañado realizando el Camino de Santiago, pero esta vez no les cuadraba el tomar parte en esta Media Maratón. Al mismo tiempo se lo propuse a otro avezado peregrino como es mi cuñado Alejandro, y con él si tuve mas éxito, por lo que poco tardamos en realizar las inscripciones, todo ello sin ni siquiera haber mirado sobre plano el trazado real, ni lo que es mas importante aún, el perfil.

Pues bien, el sábado partimos las dos familias rumbo a La Rioja, en total cuatro adultos, tres niños y un adolescente, haciendo una paradita para desayunar en Burgos y aprovechar para visitar su majestuosa Catedral, de la que cuantas mas veces la visito mas me impresiona, así como para hacer acopio de unas buenas morcillas.

Llegamos a Santo Domingo de la Calzada sobre la una del mediodía y, tras registrarnos en el Parador Bernardo de Fresneda y dejar los bultos en las habitaciones nos dirigimos a tomar un aperitivo, dada la hora, e ir buscando un sitio para comer. Así lo hacemos y tras unos vinitos de Rioja en nuestros paladares y algunos voluminosos pinchos de tortilla en nuestros estómagos, nos dirigimos a comer al Restaurante Hidalgo, donde damos buena cuenta de unas patatas a La Riojana, regadas, como no puede ser de otra forma con mas vino.

Esta vez no hay necesidad de volver a conducir el resto del día, por lo que la ingesta de vino se hace de un modo menos sensato que en otras ocasiones, y es por ello por lo que a medida que las botellas se van vaciando, las risas aumentan. La tarde la pasamos entre risas y visitas a monumentos típicos de Santo Domingo. Así, no nos perdemos ni su gallo y su gallina, como tampoco la subida a la torre con sus ciento treinta y dos escalones, desde lo alto de la cual se puede observar gran parte de las tierras que rodean al pueblo, así como la nevada sierra de la Demanda al fondo.

Recogemos los dorsales y una estupenda bolsa del corredor, donde acompañando a la típica camiseta técnica y una generosa bolsa de galletas, no falta el característico vino de la tierra escoltado por una suculenta barrita de chorizo.

El resto de la tarde la pasamos entre pastelerías, panaderías, y demás comercios de la localidad, igualmente aprovechamos para disfrutar con el desfile de Carnaval que tiene lugar este día, y que va acompañado por una bulliciosa charanga. Luego vendría la cena, con pizza para los mas pequeños, y tras un breve rato de conversación entre los adultos nos iríamos cada uno a nuestras habitaciones, para disfrutar de las comodidades y la calma del Parador.

El domingo, día de la carrera, Alejandro y yo hemos quedado a las ocho, el resto de nuestra familias pueden quedarse plácidamente durmiendo ya que la salida no está prevista hasta las once y media de la mañana, y a esto hay que sumarle que la misma está situada a veintiún kilómetros del pueblo, por lo que como muy pronto hasta la una del medio día no apareceremos por meta.

Mi cuñado y yo desayunamos en la pastelería Isasi, unos cafés acompañados de unos buenos dulces y a continuación un autobús de la organización nos acerca a Nájera, donde llegamos con tiempo de sobra para dar una vuelta por las inmediaciones. Cerca de la hora de la salida nos despojamos del chándal y trotamos un poco por una preciosa rivera en la margen del río Najerilla, cuyas limpias aguas terminarán formando parte del río Ebro. El día es sencillamente espectacular, brilla un sol radiante en el cielo, no hay ni gota de aire, y la temperatura es perfecta para correr. A esto hay que sumarle que durante toda la prueba estamos viendo al fondo la Sierra de La Demanda que aparece ante nuestros ojos totalmente nevada y esto hace que, con el contraste del azul intenso del cielo y los campos que ya empiezan a reverdecer, resulten unas magníficas vitaminas para la vista.

Calentamos unos minutos por delante del arco de salida que está junto a la entrada de la imponente iglesia del monasterio de Santa María la Real, y comprobamos como la salida no nos va a dar tregua, es una subida temible y constante de casi un kilómetro de longitud. Ahora empiezo a recordar vagamente el trazado y me doy cuenta que va a resultar una carrera dura. Sobre el papel la organización ha dibujado un perfil exigente, pero viniendo de correr la Media Maratón de Fuencarral pensaba que ésta no podría ser mas dura, craso error.

A las once y media en punto da comienzo la prueba, estoy situado en segunda fila de salida, pero enseguida me adelantan alguna decena de corredores y por delante se van bastantes de ellos, yo prefiero subir con calma porque la primera cuesta ya es de las que te pone la “patata” a cien.

Tal y como imaginaba la primera cuesta termina siendo un cuestón, y en apenas setecientos metros de carrera ya voy con el corazón bastante acelerado, y todavía me quedan veinte kilómetros..... y pico.

Tras el paso por el primer repechón, empiezo a coger ritmo, por delante deben ir unos diez o doce corredores, el primero desde el comienzo va destacado e incrementando la distancia, luego un grupito de tres corredores mas y a partir de ahí pequeños grupos de dos o tres. Yo voy a lo mío, intentando marcarme un ritmo uniforme y mirando bien donde piso, no en vano vamos literalmente por el Camino de Santiago, o lo que es lo mismo, por caminos de tierra repletos de baches, charcos y en algún punto con algo de barro.

Hasta la localidad de Azofra, situada sobre el kilómetro cinco, mas o menos, el perfil es una sucesión de toboganes, con continuos sube y baja. Después del calentón inicial he conseguido serenarme un poco y así voy alcanzando a algún corredor y dando algún relevo en algún pequeño grupito donde me voy metiendo.

Al salir de Azofra voy en compañía de un corredor asturiano que lleva un buen paso y me va acercando a otros dos corredores mas que no van demasiado lejos, cuando noto que empieza a flojear un poco en el ritmo le sobrepaso, le relevo y marco yo el ritmo hasta que conseguimos enlazar con los de delante, primero con un corredor vasco y unos cientos metros mas adelante con otro corredor riojano. En este punto el atleta asturiano se ha descolgado, y acompañado únicamente por el joven corredor vasco afronto un tramo bastante embarrado entre los kilómetros seis y siete. No se puede decir que en este punto se corra mal, no es cierto, pero tampoco se puede correr con soltura ya que hay partes del camino que están totalmente anegadas por el agua y la fértil tierra roja de la zona es de la que se agarra a las zapatillas.

Desde el kilómetro siete hasta el diez, mas o menos, vuelve una sucesión de toboganes, y a partir del décimo, el perfil vuelve a picar hacia arriba, primero disimuladamente pero sin descanso y por último, a partir del doce lo hace de una manera descarada empinándose de una forma paulatina y cruel. La cuesta es de las que hacen daño de verdad. Al principio de la cuesta se ha quedado mi compañero vasco de viaje hasta el momento, a mitad de ella rebaso a un corredor que se ha descolgado del grupo donde iban situados los puestos de podium, y al final de ella soy yo el que se ve rebasado por un buen corredor calvito y con camiseta azul.

Buff, llevo el corazón otra vez a tope, por el perfil me esperaba una buena cuesta, pero no pensaba que fuese tan dura, y eso que se supone que debía conocerla, pero en mis cuatro pasos anteriores como peregrino seguro iba disfrutando del paisaje y no en competición. Al coronar la cuesta llevo un ritmo, lento, lento, me tomo una decena de metros para recuperarme y trato de volver a correr algo mas alegre. En este punto me llevo una grata sorpresa y es que viniendo desde atrás me rebasa Ander, conocido en el foro de www.carreraspopulares.com como “Gandalfin”, un extraordinario corredor a quien ya tuve el placer de conocer en la Maratón de Sevilla. Lleva mejor ritmo que yo y aunque intento pegarme a él para irme hacia delante no lo consigo. Me saca una decena de metros y cada vez el hueco es mayor, pero mi ritmo ha quedado tocado después de la larga cuesta y necesito calmarme un poco y bajar las pulsaciones para volver a sentirme con fuerzas.

Gracias a la amplitud del fabuloso paisaje se puede ver con toda nitidez como va la carrera por delante. Al primero hace rato ya que ni le vemos, en cambio si se puede apreciar donde va colocado el segundo clasificado, un corredor muy joven marroquí, así como el tercero que le sigue a una gran distancia. Luego el quinto y sexto ya van algo mas cerca de nosotros y tras ellos vamos el corredor calvito que me pasó en la cuesta, Ander y yo. De vez en cuando adelantamos a algunos sorprendidos peregrinos, que mochila a cuestas y bastón en mano les va a tocar soportar que en la mañana de hoy les adelanten unas centenas de esforzados corredores.

Aunque pudiese parecer lo contrario, la carrera no se hace larga, debido en gran medida a la fuerza del paisaje que atravesamos con la montañas nevadas al fondo que sirven como distracción, así como por los aplausos que recibimos en algunos de los cruces del camino, y sobre todo por el calor de la gente al atravesar alguna de las pocas localidades por las que discurre el recorrido.

Debemos andar por el kilómetro quince mas o menos y el perfil vuelve a ser sube y baja, no hay manera de coger ritmo, pasamos algún pueblecito mas y en otro de los tramos de toboganes compruebo que Ander de repente se para. Parece que le ha dado un tirón ya que enseguida se hecha mano a su pie derecho, pero no, menos mal, por suerte lo único que le pasa es que se le ha desabrochado la zapatilla. Esto me permite llegar hasta su posición y mi intención es seguir lo que queda los dos juntos, pero me dice que no le espere, que siga hacia delante y así lo hago. En las subidas intento esperarle pero de nuevo me indica que tire para adelante, que a él se le dan bien las bajadas y es ahí donde recuperará. Efectivamente cuando ya tenemos a la vista Santo Domingo de la Calzada, y tras una laaaaaarga bajada, Ander me alcanza y marcando un ritmo bueno me va dejando atrás cuando apenas restan ya un par de kilómetros para llegar.

Pasamos el kilómetro diecinueve en las proximidades del pueblo y ahora ya el perfil es completamente llano, como la palma de la mano, además que abandonamos la tierra, el barro y las piedras por las que hemos venido transitando gran parte de la carrera para finalizar por un mas cómodo asfalto. Las distancias se siguen manteniendo y ahora en el asfalto y con perfil llano me vuelvo a encontrar mas cómodo. Yo no estoy acostumbrado a correr por caminos, y las cuestas, a mis cuarenta y tantos años ya se me van atragantando, así que agradezco enormemente que estos dos últimos kilómetros sean llanos y por asfalto. Esto me permite recuperar gran parte del terreno perdido con Ander y pasado el kilómetro veinte ya en la entrada de Santo Domingo de la Calzada vuelvo a pegarme a él.

Ahora el asfalto para a ser adoquinado de piedra, que aunque duro para las articulaciones yo casi ahora lo prefiero ya a la tierra y las piedras. Nos quedan apenas unos cientos de metros e inmersos ya en las calles del pueblo decido cambiar el ritmo y animar a Ander para que me siga, pero parece que no va a ser así y me voy solo hacia delante, he vuelto a coger aire y me noto con fuerzas para llegar mas rápido a una meta que se encuentra en la plaza del Ayuntamiento y que nos da la bienvenida a la última recta con un giro de noventa grados que me hace perder toda la velocidad que traía en los últimos metros. De todas formas poco importa ya, puesto que ni voy a ganar ninguna posición ni tampoco la marca va a ser buena, no obstante pararé el crono en una hora veintiún minutos y doce segundos, es decir, seis minutos mas que en la pasada media maratón de Fuencarral, que en la que siendo el perfil muy exigente también, conseguí no superar la hora dieciseis minutos.

Mi familia me está esperando en la llegada y tras recoger la bolsa con la ropa que entregué en la salida me reúno con ellos y esperamos la llegada de mi cuñado que lo hará un poquito mas tarde. Nunca agradeceré lo suficiente a mi mujer Lourdes y a mis hijos el modo en el que me animan y la fuerza y los ánimos que me transmiten en las carreras, gracias, gracias y gracias.

Una vez todos juntos disfrutamos de unas estupendas migas con las que nos obsequia la admirable organización, así como también de unas copas de vino, esta vez en poca cantidad debido a que tenemos que conducir en el viaje de vuelta. El ambiente es fabuloso, el día radiante, los niños se lo están pasando genial y los mayores disfrutamos este momento como uno de esos que dan sentido a la vida. Un buen día, una buena carrera, unas buenas migas, un buen vino, rodeados de seres queridos ¿qué mas se puede pedir?. Pues todavía el momento se volvería sobresaliente al enterarme que me he clasificado en la primera posición de veteranos, por lo que subo al podium a recoger un bonito trofeo y una estupenda botella de litro y medio de un fantástico vino reserva de rioja.

Ahora si ha llegado el momento de volver a casa, por lo que con la sonrisa dibujada en nuestros rostros, esa sonrisa que deja un fabuloso fin de semana, retornamos a Madrid, haciendo una parada para comer en el kilómetro ciento setenta y uno, donde a nuestro lado toma café nada mas y nada menos que uno de mis ídolos de la junventud, que no es otro que Rosendo Mercado, el popular cantante de Leño, el que fuera uno de los grupos con mas fama en los años ochenta.

Han sido un par de días intensos que me dejan con ganas de volver al año que viene, ya se verá, desde luego como carrera es una carrera dura pero eso lo compensa, y con creces, su buena organización y el entorno por el que discurre.

Quiero finalizar dando las gracias a la organización por su labor, asi como también a Nacho de Nájera, por sus ánimos antes y durante la carrera, ásí como por sus buenas fotografías que nos permiten tener un buen recuerdo de la prueba.

Mucha salud para todos/as.