Hemos quedado a las diez de la mañana en la puerta de mi casa, donde con puntualidad británica me pasa a recoger mi cuñado Alejandro, para luego desplazarnos hasta Velilla de San Antonio donde recogeremos a Javi, que hoy vendrá con nosotros. Desde Velilla y por carreteras secundarias nos dirigimos hasta Aranjuez, donde justo en su entrada nos encontramos con un fenomenal atasco, del que afortunadamente podemos escapar gracias a la pericia y las habilidades de mi cuñado, que hace valer sus conocimientos del oficio de camionero para, en un par de minutos, aparcar el coche muy cerca de la zona de la salida de la competición.
Esta vez Aranjuez no nos ha recibido con el frío intenso al que nos ha tenido acostumbrados en años precedentes, aunque ha decir verdad, y a pesar del radiante sol que cuelga en un cielo totalmente despoblado de nubes, la temperatura es bastante fresquita, de echo no sobrepasa en ningún momento los cinco grados centígrados.
Flanqueados por todos lados por multitud de corredores y corredoras, en los que se nota la ilusión previa a una cita deportiva, nos encaminamos hacia la zona de recogida de los chips y dorsales, donde gracias a una impecable organización nos bastan unos segundos para conseguirlos. Ahora toca localizar a David, quien nos ha indicado que estará en la zona de las carreras infantiles, al tomar parte su hijo Adrián en una de estas pruebas.
Apenas tardamos unos minutos en localizarle junto a su hijo muy emocionado con una bolsa llena de refrescos y chucherías. Ahora, a escasos veinte minutos del comienzo de la prueba, no nos queda más que ir de nuevo al coche para despojarnos de los chándals y empezar a calentar. Así lo hacemos y en pocos minutos estamos de nuevo de vuelta, tomando ya posiciones en la parte delantera del grueso del pelotón que formamos los miles de corredores que nos hemos dado cita en la preciosa mañana de éste veintiuno de diciembre.
Las pretensiones deportivas en esta ocasión no son otras que las de terminar como pueda los diez kilómetros de Aranjuez, intentando disfrutar de ellos y su recorrido, no en vano llevo toda la semana con una otitis en el oído izquierdo que me ha tenido prácticamente parado y medio drogado a base de antibióticos y anti-inflamatorios.
A las doce en punto de la mañana da comienzo la competición, esta vez estoy bastante mas retrasado en la salida de lo que acostumbro normalmente, por lo que en los dos primeros kilómetros apenas puedo correr con normalidad debido a la gran cantidad de corredores que me preceden, no me importa, de echo casi lo agradezco para ir poco a poco cogiendo ritmo. El asfalto en algunos tramos está completamente helado y noto como la pisada es un tanto insegura, por lo que intento afianzar bien los pies para evitar posibles caídas. Pasado el segundo kilómetro empiezo a coger un ritmo mas alegre y así voy adelantando a grupos de corredores con bastante facilidad. Estamos corriendo por una amplia carretera en cuyos laterales se alzan imponentes unos enormes árboles desprovistos, en esta época del año, de todas sus hojas, por lo que se me antojan gigantes cuyas ramas a modo de manos quisieran acompañar con palmas nuestro devenir por delante de ellos. Antes de tomar el giro a la derecha de entrada a los jardines de Aranjuez, ya si llevo un buen ritmo de carrera, asombrosamente para mí que no esperaba ir tan rápido en esta ocasión.
Entramos de lleno en el corazón de los jardines, que nos reciben con una inmensidad de especies arbóreas en sus entrañas. Es el primer día del invierno, por lo que el pasado otoño ha dejado impresa su huella en cada rincón de estos vergeles a modo de infinitas hojas de todos los tipos, colores y tamaños que esparcidas por doquier dan un toque especial al parque.
Ahora si noto que mantengo ya un ritmo de carrera que me resulta mas familiar, por lo que supongo que debo ir sobre los tres minutos veinte segundos por kilómetro, a ciencia cierta no podría asegurarlo, ya que hoy corro sin cronómetro y simplemente por las sensaciones que mi cuerpo me pueda ir haciendo llegar.
Después de corretear algún kilómetro junto a uno de los muros exteriores que delimitan los jardines, abandonamos éstos por la misma puerta por la que dimos acceso, ahora ya bastante mas concurrida de un público formado por multitud de adultos y unos niños que extendiendo sus pequeñas manos, esperan que algún corredor les corresponda chocando a su vez la suya contra ellas. A mí personalmente me gusta sentir ese calor del público y si puedo, intento notar esos ánimos en forma de contacto físico con sus manos, no me importa lo mas mínimo desplazarme algún metro hacia su lado para corresponder al cruce de palmadas.
Los jardines nos han devuelto nuevamente a la amplia carretera en donde los imponentes árboles, como si de los guardianes del asfalto se tratase, esperan calmados en su silencio a que los miles de atletas volvamos nuevamente a despertarles de su letargo con el sonido de nuestras pisadas sobre el pavimento. Hemos dejado atrás el kilómetro siete y un globo de color naranja nos anuncia la llegada del octavo, entre éste y el penúltimo se encuentra el tramo, de apenas unas decenas de metros, mas complicado de todo el recorrido. Es una pequeña pendiente ascendente, de la que una vez vencida nos traslada a una glorieta con un giro de noventa grados a la derecha que nos sitúa en el comienzo de la última recta de todo el recorrido. Hasta aquí he venido ya algo forzado intentando no descolgarme de un pequeño grupo de corredores al que conseguí unirme a la salida del parque, pero ahora, y a la vista del último kilómetro, a todos les da por esprintar e intento no quedarme atrás. Noto, y mucho, la falta de forma física por lo que he debido de quedarme el último del grupo, aún así consigo llegar “decentemente” a meta y parar el crono en unos discretos treinta y cuatro minutos y cuarenta segundos, una vez mas, muy lejos de mis mejores marcas, pero una vez mas, muy contento por poder seguir corriendo y disfrutando de carreras como ésta.
Analizando fríamente el resultado, me doy cuenta que después de una semana repleta de problemas físicos, puesto que además de la otitis ya mencionada he tenido también problemas en el pubis y algunos algo mas leves en una rodilla, creo que debo estar mas que contento con el resultado, aunque de reojo y con cierta envidia esté mirando resultados de corredores con los que suelo disputar otras pruebas y la mayoría hayan rondado los treinta y dos minutos y pico. Una cosa está clara, es una carrera con un perfil muy favorable para conseguir buenas marcas y si consigo algún año llegar en buena forma intentaré bajar aquí mi mejor marca personal, de momento el bajar la marca de este año dos mil ocho no va a ser nada complicado.
Una vez terminada la prueba recojo una magnífica mochila que me ofrece la organización y compruebo como dentro hay también una fantástica camiseta “técnica” de manga larga, así como algunos refrescos y bollos, a decir verdad la organización cuida muy bien este tipo de detalles, a ver si aprenden otras.
Cuando ya nos reunimos todos los amigos en la zona de llegada, comentamos someramente nuestras impresiones de la prueba y nos despedimos hasta la siguiente con la sonrisa en la cara que casi siempre nos queda grabada después de la satisfacción de haber completado una prueba mas.
Salud.
Esta vez Aranjuez no nos ha recibido con el frío intenso al que nos ha tenido acostumbrados en años precedentes, aunque ha decir verdad, y a pesar del radiante sol que cuelga en un cielo totalmente despoblado de nubes, la temperatura es bastante fresquita, de echo no sobrepasa en ningún momento los cinco grados centígrados.
Flanqueados por todos lados por multitud de corredores y corredoras, en los que se nota la ilusión previa a una cita deportiva, nos encaminamos hacia la zona de recogida de los chips y dorsales, donde gracias a una impecable organización nos bastan unos segundos para conseguirlos. Ahora toca localizar a David, quien nos ha indicado que estará en la zona de las carreras infantiles, al tomar parte su hijo Adrián en una de estas pruebas.
Apenas tardamos unos minutos en localizarle junto a su hijo muy emocionado con una bolsa llena de refrescos y chucherías. Ahora, a escasos veinte minutos del comienzo de la prueba, no nos queda más que ir de nuevo al coche para despojarnos de los chándals y empezar a calentar. Así lo hacemos y en pocos minutos estamos de nuevo de vuelta, tomando ya posiciones en la parte delantera del grueso del pelotón que formamos los miles de corredores que nos hemos dado cita en la preciosa mañana de éste veintiuno de diciembre.
Las pretensiones deportivas en esta ocasión no son otras que las de terminar como pueda los diez kilómetros de Aranjuez, intentando disfrutar de ellos y su recorrido, no en vano llevo toda la semana con una otitis en el oído izquierdo que me ha tenido prácticamente parado y medio drogado a base de antibióticos y anti-inflamatorios.
A las doce en punto de la mañana da comienzo la competición, esta vez estoy bastante mas retrasado en la salida de lo que acostumbro normalmente, por lo que en los dos primeros kilómetros apenas puedo correr con normalidad debido a la gran cantidad de corredores que me preceden, no me importa, de echo casi lo agradezco para ir poco a poco cogiendo ritmo. El asfalto en algunos tramos está completamente helado y noto como la pisada es un tanto insegura, por lo que intento afianzar bien los pies para evitar posibles caídas. Pasado el segundo kilómetro empiezo a coger un ritmo mas alegre y así voy adelantando a grupos de corredores con bastante facilidad. Estamos corriendo por una amplia carretera en cuyos laterales se alzan imponentes unos enormes árboles desprovistos, en esta época del año, de todas sus hojas, por lo que se me antojan gigantes cuyas ramas a modo de manos quisieran acompañar con palmas nuestro devenir por delante de ellos. Antes de tomar el giro a la derecha de entrada a los jardines de Aranjuez, ya si llevo un buen ritmo de carrera, asombrosamente para mí que no esperaba ir tan rápido en esta ocasión.
Entramos de lleno en el corazón de los jardines, que nos reciben con una inmensidad de especies arbóreas en sus entrañas. Es el primer día del invierno, por lo que el pasado otoño ha dejado impresa su huella en cada rincón de estos vergeles a modo de infinitas hojas de todos los tipos, colores y tamaños que esparcidas por doquier dan un toque especial al parque.
Ahora si noto que mantengo ya un ritmo de carrera que me resulta mas familiar, por lo que supongo que debo ir sobre los tres minutos veinte segundos por kilómetro, a ciencia cierta no podría asegurarlo, ya que hoy corro sin cronómetro y simplemente por las sensaciones que mi cuerpo me pueda ir haciendo llegar.
Después de corretear algún kilómetro junto a uno de los muros exteriores que delimitan los jardines, abandonamos éstos por la misma puerta por la que dimos acceso, ahora ya bastante mas concurrida de un público formado por multitud de adultos y unos niños que extendiendo sus pequeñas manos, esperan que algún corredor les corresponda chocando a su vez la suya contra ellas. A mí personalmente me gusta sentir ese calor del público y si puedo, intento notar esos ánimos en forma de contacto físico con sus manos, no me importa lo mas mínimo desplazarme algún metro hacia su lado para corresponder al cruce de palmadas.
Los jardines nos han devuelto nuevamente a la amplia carretera en donde los imponentes árboles, como si de los guardianes del asfalto se tratase, esperan calmados en su silencio a que los miles de atletas volvamos nuevamente a despertarles de su letargo con el sonido de nuestras pisadas sobre el pavimento. Hemos dejado atrás el kilómetro siete y un globo de color naranja nos anuncia la llegada del octavo, entre éste y el penúltimo se encuentra el tramo, de apenas unas decenas de metros, mas complicado de todo el recorrido. Es una pequeña pendiente ascendente, de la que una vez vencida nos traslada a una glorieta con un giro de noventa grados a la derecha que nos sitúa en el comienzo de la última recta de todo el recorrido. Hasta aquí he venido ya algo forzado intentando no descolgarme de un pequeño grupo de corredores al que conseguí unirme a la salida del parque, pero ahora, y a la vista del último kilómetro, a todos les da por esprintar e intento no quedarme atrás. Noto, y mucho, la falta de forma física por lo que he debido de quedarme el último del grupo, aún así consigo llegar “decentemente” a meta y parar el crono en unos discretos treinta y cuatro minutos y cuarenta segundos, una vez mas, muy lejos de mis mejores marcas, pero una vez mas, muy contento por poder seguir corriendo y disfrutando de carreras como ésta.
Analizando fríamente el resultado, me doy cuenta que después de una semana repleta de problemas físicos, puesto que además de la otitis ya mencionada he tenido también problemas en el pubis y algunos algo mas leves en una rodilla, creo que debo estar mas que contento con el resultado, aunque de reojo y con cierta envidia esté mirando resultados de corredores con los que suelo disputar otras pruebas y la mayoría hayan rondado los treinta y dos minutos y pico. Una cosa está clara, es una carrera con un perfil muy favorable para conseguir buenas marcas y si consigo algún año llegar en buena forma intentaré bajar aquí mi mejor marca personal, de momento el bajar la marca de este año dos mil ocho no va a ser nada complicado.
Una vez terminada la prueba recojo una magnífica mochila que me ofrece la organización y compruebo como dentro hay también una fantástica camiseta “técnica” de manga larga, así como algunos refrescos y bollos, a decir verdad la organización cuida muy bien este tipo de detalles, a ver si aprenden otras.
Cuando ya nos reunimos todos los amigos en la zona de llegada, comentamos someramente nuestras impresiones de la prueba y nos despedimos hasta la siguiente con la sonrisa en la cara que casi siempre nos queda grabada después de la satisfacción de haber completado una prueba mas.
Salud.