Días atrás, mi cuñado Alejandro me sugirió la idea de apuntarnos a este Medio Maratón y, aunque en los últimos meses soy bastante reacio a participar en competiciones en la forma que lo venía haciendo habitualmente, en vista que mi temida lesión de cadera me está permitiendo últimamente correr con cierta normalidad, pensé que no sería mala idea. Una vez convencido, realicé las inscripciones de los dos a través de Internet, y no solamente para esta Media Maratón de Fuencarral-El Pardo, sino que aprovechando una oferta de la web que la gestiona, al mismo tiempo realicé también las inscripciones de ambos para la Media Maratón de Madrid, a la que ya hemos quedado oficialmente apuntados.
Esos eran los planes iniciales, pero como todo en esta vida, una cosa es lo que uno piensa y luego otra muy distinta la que la realidad nos devuelve, y digo esto porque al final y muy a pesar suyo, mi cuñado no pudo participar debido a una inoportuna gripe que le dejó muy debilitado, por lo que aún esperando hasta el último minuto a que se produjese el milagro en forma de mejoría, al final el sábado por la noche me confirmó que no asistiría. Debido a ello, el domingo por la mañana tempranito marché yo solo hasta el barrio madrileño de Fuencarral y aparqué el coche bastante cerca de las pistas de atletismo de Santa Ana, lugar elegido por la organización para el inicio y la conclusión de la prueba.
Como suelo acostumbrar, siempre que puedo, me gusta llegar con tiempo suficiente para que me dé tiempo a recoger el dorsal sin agobios, así que llego bastante prontito lo que me permite aparcar bien, y recoger el dorsal en un periquete, bueno para ser sincero, recojo mi dorsal y también el de mi cuñado. Hace bastante frío y son las ocho y cuarto de la mañana por lo que todavía tengo mas demedia hora por delante hasta que de comienzo la carrera prevista para las nueve. Bien abrigado doy una vuelta por los alrededores buscando un bar donde tomar un café para entrar en calor, pero esta tarea se me vuelve prácticamente imposible, todo cerrado.
Vuelvo sobre mis pasos para dirigirme de nuevo al coche donde ahora ya sí me quito la ropa de abrigo y me quedo únicamente con el “traje de faena”. Enseguida se me pone la piel de gallina debido al frío matutino, así que sin demora me dirijo trotando a las inmediaciones de las pistas de atletismo y continúo trotando sin parar en un parquecito aledaño hasta el comienzo de la carrera. Tengo el frío metido en el cuerpo y no consigo entrar en calor, por lo que decido seguir calentando hasta prácticamente el último minuto, lo que me supone tener que salir en las últimas posiciones del gran pelotón.
A las nueve en punto se da la salida, y yo el encontrarme en posiciones tan retrasadas de salida, tardo casi cuarenta y cinco segundos en cruzar la línea de salida. Hacía mucho, mucho tiempo que no experimentaba el salir en la parte trasera del grupo y casi había olvidado lo que allí se ve. Me refiero a gente sin ninguna prisa por comenzar a correr, es mas, creo que la mayoría en las primeras decenas de metros van casi andando, incluyo yo mismo no puedo empezar a correr debido a la gran cantidad de corredores que me rodean, así que me limito a ir trotando poco a poco intentando buscar algún hueco que me permita ir escalando posiciones.
La salida la hacemos por la calle Afueras de Valverde con un poco de subida para poco después y antes del primer kilómetro girar a la derecha y encarar la calle Ntra. Sra. De Valverde.
Voy rodeado de corredores por todos lados y al ir adelantando a muchos de ellos me encuentro con amigos y conocidos, algunos de ellos, como el caso de Francisco, veteranísimo atleta y ganador en su categoría unas cuantas veces de los cien kilómetros de Madrid, se sorprenden de verme en posiciones tan retrasadas. Cruzo algunas palabras con él y enseguida continúo hacia delante, puesto que ya se empiezan a abrir los primeros espacios por donde intentar correr con mas soltura.
El paso por el kilómetro ha sido lento, lento, no tengo referencias de crono, pero creo que ha estado mas cerca de los cinco minutos que de los cuatro. Sigo corriendo sin ningún problema y así afronto el paso por el segundo kilómetro, ahora ya en la calle Cardenal Herrera Oria, la que nos ha recibido con un falso llano, pero que enseguida, tras el paso sobre la M-30, comienza a ser favorable en bajada.
Ve por delante de mí a infinidad de corredores, con camisetas de todos los colores que le dan una increíble vistosidad a la prueba. Voy superando grupitos de corredores, también a la tercera chica que va acompañada de una bici que marca su posición, y así pasamos el kilómetro tres, ahora ya voy con algo mas de ritmo.
Es alucinante el montón de corredores que se congregan en competiciones como ésta, y lo que mas me llama la atención es la disparidad entre todos nosotros, cada uno totalmente distinto del que tenemos al lado, cada uno pensando en sus cosas, en sus problemas, en sus deseos, en sus ilusiones, cada uno con un objetivo personal, unos intentando rebajar su tiempo de otras ediciones, otros seguro es la primera vez que toman parte en ella y van con el miedo lógico ante lo desconocido, unos reservando fuerzas para la gran cuesta que nos espera pasados unos kilómetros, otros menos precavidos dándolo todo desde el primer kilómetro, algunos, los menos, con cascos musicales en sus oídos para aislarse de todo lo que les rodea e imbuirse únicamente en sus propios pensamientos, otros en cambio prefieren ir en grupo charlando entre sí animadamente como si la carrera no fuera con ellos, en resumen, un grandísimo grupo de personas totalmente desconocidas entre sí, y a la que por unos momentos nos une un nexo común que es la pasión por este sufrido deporte.
Antes de pasar el kilómetro cuatro, puedo saludar también a Gigi, un amigo de club de atletismo La Panda del Muro, que se reúnen en el barrio de Hortaleza y con el que he coincidido ya en mas de una competición, también se extraña de verme en puestos tan retrasados e igualmente después de cruzar con al alguna escueta frase, continúo hacia delante.
La calle Cardenal Herrera Oria, es infinita, como infinita es su bajada, valga como referencia que en ella se encuentran los kilómetros dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete, y la mayor parte de ellos son descendentes, por lo que resulta muy, muy fácil dejarse llevar por las buenas sensaciones del todavía inicio de carrera y mas fácil aún, pasarse de revoluciones y pecar de atrevido con el ritmo. Atrevimiento que sería un enorme error, ya que la segunda parte del trazado es muy dura y el peaje a pagar por las alegrías de este primer tramo sería excesivamente caro. Sabedor de ello, y aunque a ritmo vivo, continúo despachando estos fáciles kilómetros de bajada con cordura, dejando atrás los kilómetros que van del quinto al séptimo sin ningún tipo de complicación.
Antes de afrontar el tramo de la carretera del Pardo, al adelantar a otro pequeño grupo de atletas me sorprende encontrar entre ellos al mismísimo Fabián Roncero, quien en medio de todos ellos está participando como un popular mas en la carrera. Le lanzo alguna palabra de ánimo y me devuelve una sonrisa, está claro que hoy está simplemente realizando un entrenamiento, de lo contrario estaría con la cabeza de la carrera sin ningún tipo de duda.
Pasamos por debajo de la M-40 y tras un corto repecho comenzamos a patear los primeros metros de la carretera del Pardo. El entorno es fabuloso, ahora sí empieza a rodearnos la vegetación en ambos flancos, por aquí da gusto correr, además que se hace realmente fácil al tratarse de un tramo completamente llano. Estoy en un punto de la prueba en la que ya los grupos numerosos de atletas se han quedado atrás, y en este tramo ya se trata de corredores aislados, alguna pareja y como mucho consigo localizar algún terceto. En mi caso corro codo con codo con otro corredor que lo primero que me pregunta es si queda mucho para la mas que comentada cuesta. Le indico que por delante tenemos un buen tramo de cerca de cinco mil metros totalmente llanos, que disfrute del entorno, pero que no se cebe con el ritmo, ya que efectivamente y tal y como ya le han comentado, la cuesta en realidad es bastante dura y se suele hacer interminable. Con éstas seguimos los dos hacia delante y rebasando a algunos corredores que transitan en solitario. En esta carretera del Pardo la vista se pierde delante de nosotros y podría hacerse un tramo muy pesado si no fuese por la naturaleza que nos rodea y en la que uno puede distraerse y recrearse.
Dejamos a la izquierda el desvío al Palacio de la Zarzuela, atrás el kilómetro nueve, así como poco después también el décimo, a ritmo vivo enseguida llegamos al once y con la mosca ya detrás de la oreja en previsión del cambio de perfil, nos plantamos en el doce. La presencia a estribor de un acuartelamiento, nos indica que estamos a punto de llegar al punto donde girando bruscamente hacia nuestra derecha empezaremos a sufrir la famosa cuesta de esta carrera, y efectivamente así sucede. Llegamos a la glorieta que nos despide de la carretera del Pardo y ahí nos está acechando sin ningún tipo de compasión la subida por la carretera M-612 que nos recibe con una buena rampa. Lo malo de la subida no es el desnivel en sí, lo que peor se lleva es que después de doce kilómetros, casi todos favorables, el cambio del perfil se acusa sobremanera en las piernas, y sobre todo los primeros metros se hacen realmente duros hasta que la musculatura progresivamente se va acostumbrando.
Salvo un par de cientos de metros de descanso, el tramo entre los kilómetros trece y dieciséis en continua y dura subida, por lo que aquí cada uno sube como puede. Unas veces doy alcance a algunos corredores que van delante y otras veces me dan alcance a mi los que llevo detrás, tan pronto hago yo la goma y me quedo como tan pronto la hace algún otro y le doy alcance. A mitad de este tramo doy alcance y supero a la segunda fémina que va también sufriendo lo suyo.
Después de lo que para mí ha sido una eternidad, consigo superar la maldita cuesta. Ahora tengo por delante un par de kilómetros llanos, donde en su comienzo aprovecho para recuperar un ritmo normal de respiración, y no es hasta ese momento cuando recobrado el aliento comienzo de nuevo a buscar un ritmo crucero algo mas vivo. Paso el kilómetro diecisiete en solitario y por delante de mí veo un pequeño grupito al que acompaña una bicicleta, no puede tratarse mas que de la primera clasificada femenina, así que tras un pequeño esfuerzo y cuando ya estamos a punto de sobrepasar el kilómetro dieciocho consigo unirme a ellos. A los pocos metros de haberles dado alcance, la carretera nos obsequia con una bajada formidable, donde no puedo dejar de aprovecharla y me voy hacia delante, con el rabillo del ojo veo como la chica (rumana para mas señas) y alguno de sus acompañantes intenta seguir mi ritmo, pero desisten a los pocos metros.
Por un túnel paso nuevamente por debajo de la M-40, y una decena de metros después, otro túnel, ésta vez por debajo de las vías ferroviarias, me presenta al punto kilométrico diecinueve que me da la bienvenida con otro buen repecho de subida. En este tramo me uno con un par de corredores y juntos, tras bordear una amplia rotonda, abordamos la ancha avenida del Monasterio de Silos que continúa siendo en clara y dura subida. Hasta el mismo kilómetro veinte el perfil es de subida, por lo que a esta alturas de competición las piernas están ya bastante tocadas y me concentro únicamente en mantener un ritmo que me permita llevar bien acompasada la respiración.
Una vez superado el kilómetro veinte ya solo quedan unos últimos mil metros, que en otras condiciones sería el momento de apretar un poco para hacerlos mas rápidos y dejar las últimas fuerzas en ellos, pero esta media maratón no permite esas alegrías, ya que tras un breve espejismo en forma de bajada por la avenida de Montecarmelo, enseguida la carretera se empina de nuevo para superar la M-607, y tras una rotonda se empina aún mucho mas para conseguir completar la carrera y acceder a las pistas de atletismo Santa Ana, donde una vez dada una vuelta a su perímetro consigo llegar a meta justo un poco después de uno de los vencedores en mas de una ocasión de esta misma competición, me refiero a Jose Félix Ortiz, mas conocido como “El Somalí”, que seguramente habrá tenido algún problema en el día de hoy ya que, como digo, acaba de llegar justo por delante de mi.
Recojo mi bolsa de corredor y tras avituallarme me marcho al coche a ponerme alguna prenda de abrigo. Cuando estoy en ello caigo en la cuenta que como tengo el dorsal de mi cuñado, bien podría cambiarlo por el mío y entrar nuevamente en meta para recogerle su bolsa de corredor que tan religiosamente ha abonado ya con la inscripción. Así que si pensarlo dos veces, me cambio el dorsal y me vuelvo a meter entre pecho y espalda el último cuestón de acceso a las pistas. Así paso por segunda vez por el arco de llegada cuando marca una hora y treinta y nueve minutos, aunque esta vez sin hacer uso del avituallamiento. Me limito a recoger únicamente la bolsa con la camiseta de mi cuñado y me marcho ahora ya sí, para casa.
Salud para todos/as
2 comentarios:
Si llegaste poco después de José Félix no fue mal tiempo, cierto es que él no tuvo un buen día. Carrera muy agradable y popular, a mí me gusta reservar hasta El Pardo y en la cuesta dar el achuchón.
Yo descubrí este año un bar, y a escasos 300 m. de la salida, ya te lo indicaré para otro año.
Un abrazo
Jose Félix no tuvo su mejor carrera, de ahí que yo llegara después, aunque tampoco fué la mejor mía. Ese bar es información privilegiada, ja, ja....ya me dirás donde está.
Un saludo.
Alex.
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