viernes, 11 de junio de 2010

CORRER X CORRER


¿Como se recupera uno después de una maratón?...

Aquí, como en todas las facetas de la vida, cada uno tenemos nuestras manías y nuestras propias convicciones. Hay quien dice que no se debe correr absolutamente nada en la semana siguiente a una prueba de cuarenta y dos kilómetros, para luego empezar muy paulatinamente con días alternos, y asi poco a poco volver a la normalidad. Otros en cambio, hablan incluso de aprovechar el momento de forma que, se supone, nos deja la prueba, para afrontar incluso otras competiciones de distancias mas cortas. Sea como fuere, en mi caso personal, en todas las maratones que he participado, nunca han pasado mas de dos días para volver a calzarme las zapatillas de nuevo.

Esta vez he quedado algo mas tocado muscularmente que en otras ocasiones, y ello hace que me esté costando mas de lo que esperaba el volver poco a poco a la normalidad. Con todo y con eso, ya estuve corriendo de nuevo a los dos días de cruzar la línea de llegada, y hoy, cuando ya han pasado cinco días desde mi última maratón, ya estoy corriendo nuevamente casi con normalidad, bien es cierto que muy tranquilito, pero al fin y al cabo corriendo.

Ahora, y de cara al verano que ya se nos hecha encima, aunque parezca mentira a tenor del tiempecito que estamos teniendo estos últimos días, llega el momento de salir a correr disfrutando simple y llanamente de la sensación de libertad que nos proporciona el ejercicio al aire libre, recreándonos en los parques, playas, campos y calles de nuestras ciudades o pueblos, y para aquellos que no tenemos ningún objetivo en forma de competición fijado a corto plazo, ha llegado uno de los momentos mas relajantes del año, el que supone simplemente el correr por correr.

Salud para todos/as.

domingo, 6 de junio de 2010

MARATON VALLE DEL NALON (MARANALÓN)







Esta vez no me he decidido hasta agotar el plazo que la organización tenía marcado para las inscripciones, y así me inscribí a este bonito maratón a última hora y con la duda hasta el último momento de si participar o no hacerlo.

El jueves pasado completaba la inscripción y entre Lourdes y yo buscamos el alojamiento ya con bastantes prisas puesto que el hotel "oficial" se encontraba ya repleto.

Así marchamos para Asturias mi mujer, mis dos hijos y yo, con la intención de pasar un agradable fin de semana rodeados de naturaleza y al mismo tiempo participar en uno de los maratones mas bellos de España, no en vano discurre gran parte de él por un Parque Natural.

Llegamos a Langreo y tras recoger el dorsal y la bolsa del corredor (Camiseta, medalla, paragüas, revista y unas tiritas) pasamos el día en los embalses que rodean la localidad de Rioseco, están a rebosar de las aguas del río Nalón, y es espectacular verlos repletos de agua y flanqueados por una exuberante vegetación con una increíble gama de verdes, sencillamente magnífico. Comemos en un restaurante italiano en la localidad de “El Entrego” y pasamos la tarde haciendo un poco de turismo por la zona, aunque para ser sinceros el turismo se basó básicamente en un parque infantil en pleno Valle del Nalón donde una ingeniosa "tirolina" hizo las delicias de nuestros pequeños.

La noche anterior a la carrera no conseguí dormir bien, supongo que sería debido a los nervios pre-maratón, pero la verdad es que no descansé mucho. Me levanto a eso de las seis de la mañana y tras el desayuno abandono el hotel donde nos hospedamos y donde quedan durmiendo en resto de la familia, en esta ocasión existe la gran ventaja de que ellos no tienen que madrugar, ya que hasta cerca de las doce de la mañana no tendrán la ocasión de animarme con sus palmas al estar la salida de la carrera situada en el pueblecito de Campo de Caso, unos cuarenta y pico kilómetros mas adentro del Valle.

Una vez instalado en uno de los micro-buses que la organización pone a nuestra disposición, intento relajarme un rato contemplando el paisaje a través del cristal, mientras en bus serpentea y atraviesa puentes y túneles de la carretera que nos conduce a la línea de salida. Es temprano y las caras de los corredores reflejan esa extraña mezcla que proporciona el madrugón unido a la proximidad de la toma de la salida en un maratón. Cada uno vamos con nuestros pensamientos sumidos en distintas reflexiones, cada uno con nuestros objetivos, propósitos e ilusiones, cada uno con una historia y cada uno con cuarenta y dos kilómetros por afrontar. En el micro-bus impera el silencio, quebrado únicamente por en ronroneo del motor y la música que tenue suena de fondo.

Llegamos a Campo de Caso con una media hora de margen para tomar la salida, así que tengo tiempo para desprenderme del chandal cómodomante, estirar un poco los músculos y calentar unos minutos... Comparto esos momentos con muchos corredores que, al igual que yo, se afanan en los últimos preparativos previos a la prueba, reina un ambiente de camaradería magnífico y todo son buenas palabras y gestos de apoyo. Allí conozco Ximo un forero de carreras populares que suele escribir bajo el pseudónimo de Xsbilbo, un placer el poder saludarle en persona.

Dejo la bolsa de la ropa en el micro-bus que la llevará de regreso a Langreo y con una puntualidad británica a las nueve en punto de la mañana se da la salida junto al Ayuntamiento de este precioso pueblo. El primer kilómetro se hace rodeando la localidad de Campo de Caso, y ya desde esos primeros metros la carrera nos muestra un aperitivo de lo que será toda la prueba, una sucesión de subidas y bajadas. Una vez pasamos nuevamente por delante del Ayuntamiento de Campo de Caso nos dirigimos ya por el arcén de una carretera sin tráfico con dirección a Rioseco. Por delante se marchan cuatro corredores que van como motos, y yo me quedo en un grupito de unos diez atletas que estamos empezando mas pausadamente. Así continúo con ellos hasta el tercer kilómetro, donde al comienzo de una de las cuestas y antes de entrar en un túnel que atraviesa las entrañas de la montaña, me quedo en solitario. No me gusta ir solo y miro hacia atrás con la esperanza de ser cazado y volver a integrarme en el grupo, pero mis perseguidores cada vez están mas lejos y tampoco quiero bajar mi ritmo porque la experiencia me dice que debo ir al ritmo que marca mi cuerpo, ni mas rápido, ni mas despacio.

Sin ninguna referencia por delante, salvo el chaval que sobre los lomos de su bicicleta me va acompañando, me dedico única y exclusivamente a extasiarme con el paisaje, no miro el crono para nada, los kilómetros al estar pintados en el suelo hay veces que ni los veo, y mis sentidos se centran única y exclusivamente en empaparme con las imágenes, sonidos y olores que me ofrece esta maravilla de la naturaleza que es el Parque Natural de Redes. Estoy rodeado de vegetación por todos lados, pantanos, saltos de agua, caballos, vacas, multitud de aves, incluso llego a pisar sin darme cuenta algún caracol que tranquilamente “circula” por el arcén. Esto es un maravilla y solo por estar inmerso en el vientre de la madre naturaleza merece la pena el realizar este esfuerzo.

En cuanto a lo meramente deportivo, significar que las cuestas, y sobre todo las que son en descenso, me están matando antes incluso del décimo kilómetro y ya voy notando que se me cargan mucho los cuádriceps, no obstante hay algunas con mas de un nueve por ciento de desnivel.

Hago el paso por el décimo kilómetro y decido comer un pedazo de barrita energética que guardo en el bolsillito de mi pantalón, al mismo tiempo, ahora sí, miro el reloj y me devuelve unos treinta y siete minutos, un buen tiempo y de momento voy cómodo.

No hay personas animando, salvo unos poquitos al paso por las pequeñas localidades que va atravesando la carrera, por lo que esta vez si que se trata de una carrera única y exclusivamente contra mí mismo. Tiene mucha importancia el pensar en positivo, ya que al ir en solitario se hace realmente difícil el mantener un ritmo uniforme, por lo que sigo acumulando kilómetros intentando evadirme de la carrera y centrar mi mente en las cumbres que me rodean, los sonidos del agua de un río Nalón que se torna en el único compañero de viaje en el día de hoy.

Al paso por el kilómetro quince voy notando las piernas cada vez mas cargadas, está claro que los toboganes están cumpliendo su cometido y para los que no estamos acostumbrados a ellos terminamos pagándolo. Aprovecho para ingerir otro pedacito de barrita y junto con algo de agua que me ofrece uno de los muchos avituallamientos de la organización, repongo fuerzas para continuar hacia adelante.

La carrera atraviesa localidades como Les LLanes, Caleao, Abanto, Anzó, todas ellas enclavadas en el bello Valle del Nalón, cuenca minera por excelencia y zona que bajo el impulso de los distintos Ayuntamientos que componen este lugar está siendo recuperada para el goce y disfrute de sus habitantes y los turistas ocasionales que como nosotros nos aprovechamos de los fabulosos paseos y carriles que con el tiempo están aflorando paralelos al cauce del río.

Al llegar a Rioseco, abandonamos el arcén de la carretera por la que apenas hemos visto vehículos y nos adentramos entre sus casas para tomar otra carretera aún mas despoblada, si cabe, del tráfico de coches. Las vistas siguen siendo inmejorables, aunque he de decir que a partir de este punto resulta bastante fácil el poder extraviarse del recorrido, sobre todo si uno va absorto contemplando el panorama, ya que aunque el trazado esta señalizado con flechas en el suelo, no en todos los cruces hay presencia de las mismas y hay que estar muy atento para no perderse.

Los kilómetros pasan deprisa y aunque cada vez noto los cuádriceps mas duros, me planto con relativa facilidad en la media maratón, donde como otro trocito de barrita y de reojo vuelvo a mirar el crono que me indica que he completado estos primeros veintiún kilómetros en una hora y diecisiete minutos, es un tiempo bueno y me anima a seguir hacia adelante. He de confesar que tenía la esperanza de ver en algún momento a alguno de los cuatro corredores que desde el inicio van por delante de mi e intentar llegar hasta alguno de ellos, pero con el paso de los kilómetros cada vez esas esperanzas se van tornando mas pequeñas.

A partir del paso de la media maratón se me hace mas duro el poder continuar con un ritmo cómodo, no sé si debido a la humedad a la que no estoy acostumbrado, o a la cada vez mayor dureza que noto en las piernas, sea como fuere sigo corriendo atravesando pequeños pueblecitos como El Condao, Llorío, Muñera hasta llegar a Pola de Laviana.
Algunas de las pocas personas que se asoman a animar al paso de la maratón, me indican que voy en el quinto puesto, así que a poco que consiga esforzarme seguramente podré llegar a meta en esa posición, ya que en una larga recta por un precioso camino que discurre de la mano con el río, puedo girarme y comprobar que por detrás no hay absolutamente nadie que pueda alcanzarme, por contra, la vista por delante también está totalmente despejada, en cuanto a corredores se refiere, por lo que es totalmente imposible dar caza a alguno de los que me preceden, salvo desfallecimiento o cualquier otro contratiempo. A mi lado sigue un chaval de la organización en bici, que si bien es parco en palabras, al menos me hace sentir que no estoy solo, además de indicarme el camino a seguir en los muchos cruces que nos vamos encontrando.

El llegar hasta el kilómetro veinticinco se me hace mas duro de lo que esperaba, y en contra de otras maratones estoy sufriendo para llegar al treinta. Al no tener ninguna presión el ritmo me lo marco yo mismo, así que no soy demasiado exigente conmigo mismo y esto me permite seguir acumulando kilómetros y seguir disfrutando de la prueba.

Sigo atravesando pueblecitos como Barredos, Blimea, Sotrondio, El Serrallo, y en cada uno de los cruces en sus calles la Policía Municipal está presente indicando la dirección a seguir en la prueba, igual que lo hacen los voluntarios de Protección Civil en algunos de los cruces de caminos fuera de las poblaciones.

A partir del kilómetro treinta se me hace especialmente duro el seguir corriendo, podría decir que mas que en ningún otro maratón de los que he participado hasta la fecha. Procuro evadirme de los pensamientos negativos centrándome únicamente en visionar la línea de meta con mis hijos y mi mujer esperándome, pero el paso del tiempo y de las horas corriendo en solitario parecen querer ponerme a prueba y la mente me tienta con suaves cánticos de sirenas que me invitar a pararme y dejar este esfuerzo que empieza a tornarse ya en un auténtico sufrimiento. Llevo las piernas muy, muy duras, como nunca antes las había sentido en un maratón cuando todavía me quedan mas de diez kilómetros y ésto hace que ese tipo de pensamientos me vengan continuamente a la mente. Ahora es el momento de sentirme otra vez maratoniano, y ahora es cuando tengo que revalidar esa condición de corredor de fondo y demostrarme que soy capaz de hacerlo, no es momento de venirse abajo y he de encontrar la forma de seguir hacia adelante.

Así cualquier cosa que rompa la monotonía me sirve para evadirme y enfocar los pensamientos hacia otro lado, como así ocurre cuando el chaval de la bici que me acompaña le deja su puesto a una de las motos de la organización que se instala por delante de mi a la salida del pueblo de “El Sotón” y me va abriendo camino. Yo prefería la bici, ya que de la moto esporádicamente me llega alguna bocanada de humo desde su tubo de escape que no es bien recibida.

Entre los kilómetros treinta y uno y treinta y cuatro paso una auténtica crisis y realmente estoy a punto de pararme, hay ocasiones en que tengo la sensación de que las piernas no me van a aguantar en pie y piso con miedo, incluso en alguna zancada me trastabillo y tengo enseguida que corregir el paso. Intento pensar que es el dichoso muro y centrarme única y exclusivamente en imaginarme la cara de mis hijos y de Lourdes que me están esperando en escasos ocho kilómetros, me voy dando ánimos yo solo del tipo: "venga que no queda nada, menos de un diez mil, esto se acaba ya, un último esfuerzo"y así, aunque con un ritmo mucho mas lento del que traía hasta estos kilómetros, consigo al menos seguir centrado en la carrera y seguir acumulando metros.

En el kilómetro treinta y cinco tomo el último pedazo de barrita y aunque muy castigado de piernas parece que los pensamientos al menos son mas positivos. Hay algo mas de gente animando y esto, unido a la proximidad de la meta, hace que la mente trabaje en positivo. El kilómetro treinta y seis tarda en llegar, voy corriendo por un bonito paseo junto a la margen izquierda del río, donde a esta hora de la mañana los habitantes de Ciaño aprovechan para estirar las piernas, también me cruzo con algunos corredores que aprovechan el domingo para entrenar y de los que recibo muchos ánimos, incluso hay alguno que me acompaña algunos metros, ha debido darse cuenta de la cara que llevo y de la dureza que supone un maratón y de verdad que le agradezco mucho esos ánimos.

Llego al kilómetro treinta y siete y la moto que me precede sigue abriéndome camino por el paseo y entre la gente que cada vez empieza a ser mas numerosa. Ya queda poco para llegar a Langreo y de verdad que necesito que esto se acabe ya que mis piernas no creo que aguanten mucho mas.

Los kilómetros treinta y ocho y treinta y nueve se me hacen eternos, intento distraerme mirando hacia los lados, de vez en cuando algún puente atraviesa el río, paso por delante de la puerta de una mina ya en deshuso y sigo recibiendo algunos ánimos de la gente con la que me voy cruzando.

Al llegar al kilómetro cuarenta ya se que llego, aunque sea a rastras, la moto que me viene abriendo paso le deja su puesto a dos agentes de la Policía Municipal de Langreo que serán los que me escolten en estos dos últimos kilómetros. Paso el kilómetro cuarenta y uno e instintivamente miro hacia atrás, no hay absolutamente nadie y voy a terminar este maratón como lo empecé, totalmente en solitario. Ya simplemente me dejo llevar con esas mariposas en el estómago que me invaden cada vez que huelo la meta de un maratón. Paso el kilómetro cuarenta y uno con un auténtico suplicio en las piernas, que parecen querer quedarse pegadas al suelo, y me cuesta una barbaridad el poder moverlas. Los mil metros finales ya los conozco de la tarde de ayer, y se hacen bordeando un fantástico parque junto al río repleto de árboles centenarios. Ya estoy en las calles de Langreo y el olor a meta es cada vez mayor, es el momento de disfrutarlo y me siento importante mientras la Policía Local con sus sirenas y todo, me va abriendo el camino que me conduce a la línea de llegada.

Hago un último giro de noventa grados y a los primeros que veo es a mi mujer y a mis hijos, me emociono y estoy deseando llegar a ellos. Las piernas no van mas, mis hijos me dan la mano y me acompañan en los últimos metros hasta el arco de meta, sus caras lo dicen todo, se sienten el centro de atención cuando al cruzar la meta los fotógrafos les retratan en sus cámaras.

He llegado en el mismo puesto en el que comencé, el quinto de la general y como premio he quedado el primero en categoría de veteranos. Al final me ha costado mucho mas trabajo el llegar a meta de lo que yo creía en un principio pero ha merecido la pena, por el paisaje por el que han discurrido estos cuarenta y dos kilómetros y, sobre todo, por las caras de ilusión de mis hijos al cruzar con ellos la línea de llegada, y también cuando en la ceremonia de entrega de trofeos subieron conmigo para retirarlo.

Una vez mas no habría sido posible el participar en la carrera de no ser por la compañía de mi mujer Lourdes que sin ella nada de esto sería posible, es ella la que realmente disputa un verdadero maratón para conseguir que yo pueda simplemente ponerme en la línea de salida de cualquier carrera, no es nada fácil el encargarse de dos niños pequeños con todo lo que esto supone, sabes que sin tí sería imposible.

Quiero hacer una mención especial a la organización de esta prueba que salvo pequeños detalles ha sido en todo momento muy correcta, además me consta que hacen un gran esfuerzo para llevarla a cabo, a ellos, y a todos los voluntarios que de una u otra forma aportan su granito de arena para que corredores como yo nos podamos permitir el lujo de correr por semejantes parajes es a los que hay que estar siempre agradecidos. Muchas gracias por vuestra labor.

Ahora toca recuperar lo mejor que pueda porque este maratón me ha dejado mucho mas tocado muscularmente que ningún otro.

Salud para todos/as