lunes, 26 de abril de 2010

MAPOMA 2010







Por primera vez en la noche previa a una maratón conseguí dormir durante al menos cuatro horas seguidas, en todas las citas anteriores, bien fuese porque mis hijos pequeños se despertaban en mitad de la noche, o bien por la cantidad de nervios que me lo impedían, nunca había conseguido dormir como en esta ocasión.

Me levanto a eso de las siete menos cuarto de la mañana, mejor dicho nos levantamos, ya que mi mujer y mis hijos también madrugan para ir a tomar posiciones a Nuevos Ministerios, lugar estratégico donde me verán pasar en dos ocasiones. En los primeros minutos, a los pequeños les cuesta levantarse de la cama, pero en seguida se espabilan y desayunamos todos juntos, en mi caso un tazón de leche con cereales y un plátano.

A las siete y media hemos quedado con mi cuñado, mi hermana y mis sobrinos en la boca del metro, donde puntualmente nos encontramos a la hora convenida y desde donde partimos cada uno hacia nuestro destino. Nada mas incorporarnos al vagón del metro, ya observamos a algunos corredores que se dirigen, al igual que nosotros a la gran cita. Mi cuñado Alejandro, como es habitual en él, no para de hablar, por lo que el trayecto se nos hace muy ameno y con una sonrisa en el rostro de mayores y pequeños. En Ventas nuestros caminos se separan, la familia continua y nosotros cambiamos de tren para ir a la salida, las chicas y los niños nos desean mucha suerte y ahí nos despedimos, ya la próxima vez que les veamos será corriendo.

Al salir del metro ya comprobamos que el día se presenta caluroso, nos dirigimos a la plaza de la Cibeles y mas concretamente a la sede del Ayuntamiento de Madrid, antigüo Palacio de Correos, donde hemos quedado con el resto de amigos. Allí comprobamos que está todo vallado por lo que decidimos no alejarnos del lugar donde mas o menos deberíamos vernos todos. Echo una ojeada intentando localizar al grupo de amigos del foto de www.carreraspopulares.com sin éxito, una pena porque me hubiera gustado saludarles.

A los pocos minutos llegan Carlos y Pedro, y unos minutos después lo hacen Javi y Enrique. Una vez todos juntos nos vamos a tomar posiciones para la salida, y justo cuando nos disponemos a cruzar el semáforo veo a lo lejos a Javi Sanz y algún otro forero de carreras, pero ya están inmersos en la gran maraña de corredores que pupulan por la zona y enseguida los pierdo de vista.

Me despido de mis amigos deseándoles mucha suerte y me voy hacia la zona delantera, donde al tener un dorsal comprendido entre los doscientos primeros puedo salir con mas holgura. Por allí puedo calentar junto con los primeros espadas de la competición, y también, (y esto es todo un lujo), hago algunos estiramientos a escasos cinco metros de Haile Gebrselassie, atleta invitado y actual recordman mundial en la distancia de maratón, quien en esta ocasión disputará la prueba de los diez kilómetros.

Observamos el tradicional descenso el paracaídas de algunos militares de la B.R.I.P.A.C. y poco a poco la organización nos va conduciendo hacia debajo del arco de salida. Estoy bastante nervioso, algo mas de lo que acostumbro, y noto que mis pulsaciones están algo aceleradas, debo intentar calmarme. Tras un minuto de silencio comienza la prueba. La salida es bastante rápida, lo hemos hecho por la parte izquierda de la calzada, dejando el lado derecho para la prueba de los diez kilómetros, aunque una vez rebasada la estatua de Colón nos juntamos ya todos.

El maratón ha comenzado y ahora somos una maraña de atletas con un objetivo, en principio, común, que es el de intentar completar los cuarenta y dos kilómetros y pico y llegar a la línea de meta en el Retiro. Me impongo un ritmo cómodo en busca de sensaciones, ya que no sé como me responderá la pierna. Una vez mas he decidido olvidarme del cronómetro y vuelvo a correr por sensaciones. Vamos subiendo Castellana arriba y así paso el kilómetro primero y pasado el segundo, sabiendo que mi familia estará encima del puente esperando mi paso, me separo un poco hacia la izquierda de la calzada para ir corriendo en solitario y que me puedan ver con total claridad, como así sucede, recibo sus ánimos y continuo hacia adelante.

Veo que por delante, a escasos cincuenta metros, se ha formado un numeroso grupo en el que van las atletas de élite femeninas y decido unirme a él, por lo que acelero el ritmo y pasado un kilómetro ya me uno al grupo. Seguimos subiendo buscando el paso por el estadio Santiago Bernabéu, donde llegamos en un grupo muy compacto compuesto por algunos atletas masculinos y por mas de siete atletas africanas, una cubana y alguna europea. Llegamos al punto en el que se separan los caminos de las dos competiciones que hasta este momento compartimos recorrido, los del diez mil giran a la derecha para irse ya directamente al Retiro, y los el Maratón lo hacemos a la izquierda en continua subida.

Hemos pasado el cuarto kilómetro y voy cómodo en el grupo, se han ido por delante algunas africanas y una europea, pero yo decido seguir con el ritmo que traemos y guardar fuerzas. En el kilómetro cinco aprovecho para beber agua y a la espera de que el recorrido se vuelva algo mas favorable al paso de Plaza Castilla. En este punto el recorrido gira a la derecha y después de un llano comienza una pequeña bajada, donde me pongo en cabeza del grupo y empiezo a marcar yo el ritmo. Así pasamos el kilómetro siete y en el ocho junto con un par de corredores mas, damos alcance al grupito que se habían marchado por delante.

Durante toda la Avenida de Pío XII sigo marcando el ritmo, uno de los atletas que me acompaña me pregunta la marca que tengo previsto hacer, y le contesto que no aspiro a ninguna, que corro por sensaciones y según me deje la pierna. Llevo a las primeras clasificadas pegadas a mi espalda y un par de corredores se van por delante, yo decido seguir con mi ritmo y no arriesgarme a irme con ellos y así pasamos el kilómetro diez en un tiempo de treinta y seis minutos y cinco segundos, es la primera referencia que tengo hasta ahora y creo que voy demasiado rápido, debo calmarme ya que estoy corriendo a ritmos de poco mas tres minutos, treinta y cinco segundos por kilómetro y esto puedo pagarlo luego.

Aun bajando un poquito el ritmo compruebo que nadie me adelanta, se conoce que van cómodos detrás de mi y es pronto para empezar con las hostilidades. Los dos kilómetros siguientes son de transición hasta el doce, donde una vez mas veo a toda mi familia animándome y con la euforia me voy un poquito hacia adelante destacándome unos pocos metros del grupo. Choco las palmas de las manos de los pequeños y sigo corriendo otra vez en cuesta arriba por toda la calle Raimundo Fernández Villaverde hasta llegar a una animadísima plaza de Cuatro Caminos, donde la gente nos transmite su apoyo de una forma espléndida.

Inconscientemente me he ido hacia adelante y mirando hacia atrás compruebo que me he distanciado unos veinticinco metros del grupo, pero me siento bien de piernas y decido seguir a mi ritmo, cosa que hago durante toda la Avenida de Filipinas pasando el kilómetro catorce, así como también al paso por el avituallamiento del kilómetro quince en la calle Guzmán el Bueno donde aprovecho para llevarme a la boca uno de los tres pedacitos de la barrita energética que guardo en mi pantalón para ir renovando fuerzas.

Antes del giro hacia la derecha buscando el kilómetro dieciséis doy alcance a uno de los corredores que me preceden, y juntos recibimos la gran cantidad de aplausos del numeroso público que se agolpa en este punto. Se nota la proximidad del paso por las calles del centro de Madrid, ya que cada vez el número de público va en aumento.

Giramos a la derecha buscando la calle Fuencarral y con ella el kilómetro diecisiete, por las sensaciones que llevo debo seguir a ritmo de tres treinta y cinco, sino mas rápido. El grupo de las chicas, al que me giro para echar un vistazo de vez en cuando, se separa de mi cada vez un poquito mas. La calle Fuencarral es una fiesta de público, al ser una calle estrecha y estar tan llena de gente los ánimos se perciben mas cercanos aún. Al cabo de ésta, nos recibe una centenaria Gran Vía que contrasta por su majestuosidad en cuanto a la amplitud de la calzada y la sensación de espacio que transmite, también con mucha gente animando. Sigo a buen ritmo y se vuelve a marchar por delante el corredor que codo con codo me acompañaba durante los últimos dos kilómetros.

El paso por Sol es indescriptible, desde la posición del corredor da la impresión de no quedar un solo centímetro cuadrado por cubrir de animación, es simplemente espectacular como anima en este punto la gente, y si además les devuelves los aplausos aquello es ya la locura, se le ponen a uno “los pelos como escarpias....”, sin comentarios, eso hay que vivirlo. La calle Mayor es igual de emocionante aunque a medida que nos vamos separando de la puerta del Sol la animación va en descenso, como también el perfil del recorrido, cosa que es de agradecer.

Llego en solitario a las puertas de la Catedral de la Almudena donde, pasada ésta y ya en los dominios del Palacio Real recibo los ánimos de Rober un compañero de carreras que no deja de asombrarme en sus cada vez mas valiosos resultados deportivos. Poco después paso el kilómetro veinte donde aprovecho para hidratarme con agua, me dirijo, por una desangelada calle Ferraz, hacia el veintiuno y corriendo todavía en solitario.

La subida por la calle Ferraz me ha mermado un poco las fuerzas y poco antes del paso por el kilómetro veintiuno empiezo a escuchar las pisadas del grupo de atletas que marchan detrás de mi por lo que decido dejar de correr en solitario y unirme nuevamente al grupo, aprovecho igualmente para llevarme a la boca el segundo de los pedazos de barrita energética que conservo en mi pantalón. Así paso todavía en solitario por la media maratón con un tiempo de una hora quince minutos y cincuenta y siete segundos, segunda referencia en cuanto a tiempos y bastante mas rápido de lo que había imaginado, reduzco un poco el ritmo en la pronunciada bajada que discurre entre los kilómetros veintidos y veintitrés y en ese tramo me alcanza el grupo de las primeras clasificadas y me uno a éste. Compruebo que va “tirando” del grupo un atleta etíope y en vista de que el ritmo puedo aguantarlo bien, decido entrar a relevos con él en las labores de “liebre”, así vamos alternándonos la primera posición del grupo entre el etíope y yo, tirando del cada vez menos numeroso grupo, deben quedar unas cinco africanas y solo una europea a la que cada vez se la ve que la cuesta mas seguir el ritmo.

Toda la Avenida de Valladolid la hacemos dándonos continuos relevos entre los dos y cuatro de las atletas “élite” parecen ir cómodas al ritmo que vamos marcando, no así una de las negritas y la europea que se las oye resoplar bastante.

Llegamos al kilómetro veinticinco justo en frente de la estación de Príncipe Pío, y en este punto recibo, una vez mas, los impagables ánimos de mi familia, allí están animando como cosacos, mi mujer, mi hermana, mis hijos y mis sobrinos, buff.. consiguen emocionarme, repongo líquidos nuevamente en el avituallamiento donde recojo algunas botellas mas que ofrezco a las chicas y que agradecen con un casi imperceptible “thank you” y giramos a la derecha para comenzar la parte mas árida de todo el recorrido, que no es otra que el gran pulmón verde que supone para Madrid la gran Casa de Campo, magnífica para correr en condiciones normales, pero con mucho desgaste para un maratón. Nada mas franquear la puerta de acceso al enorme parque, el etíope que va conmigo se dirige a las chicas comentándolas algo que no entiendo ya que no hablan en inglés, pero algo les ha dicho para que incrementen el ritmo y así lo hacen de una manera descarada. Pienso que están intentando descolgar a la atleta europea (luego me enteraría que de nacionalidad polaca) para jugarse la victoria entre las atletas de color, todas etíopes, y a buen seguro que lo están logrando. Así consiguen que yo también pierda contacto con ellos y me quedo rezagado por detrás.

El kilómetro veintiseis y el veintisiete lo hago únicamente en compañía de la alteta polaca quien va pegada a mi como una lapa, no así otra atleta africana que se va quedando paulatinamente mas descolgada. Hace bastante calor y después de haber estado entrenando la mayor parte del invierno y primavera con días de frío, lluvia, algunos incluso de nieve, se empieza hacer duro correr con estas temperaturas, se nota que el cuerpo no está aclimatado a ellas, no obstante vuelvo a recortar distancia con el grupo de delante y cerca del kilómetro veintiocho ya empiezo a tenerlo nuevamente al alcance, o ellas han bajado el ritmo o yo lo he incrementado, sea como fuere la polaca se ha vuelto a quedar y yo casi contacto con las primeras clasificadas otra vez.

Recibo ánimos de un compañero de trabajo, quien sobre su bici está siguiendo el recorrido y aprovecha para hacerme algunas fotos. Cerca del kilómetro veintinueve me pasan dos corredores vascos a quienes intento seguir, y lo consigo, y en su compañía terminamos de enlazar con las africanas en las cercanías del kilómetro veintinueve. Uno de los atletas vascos sigue en progresión y se marcha en solitario, yo no puedo seguirle y me quedo en el grupo. Sorprendentemente en este punto, el atleta etíope que iba marcándolas el ritmo se hace a un lado y se retira, no me lo explico, se supone que iba acompañándolas y las deja solas en la parte mas dura del recorrido, en fin, a mi personalmente me viene de maravilla porque el ritmo vuelve a ser mas asequible, tanto, que ahora me encuentro fuerte y vuelvo a ponerme en cabeza del grupo. Durante los kilómetros treinta (donde me hidrato nuevamente y donde aprovecho para tomar el último trozo de barrita energética que me queda) y treinta y uno sigo tirando de las africanas y antes de salir de la Casa de Campo todavía tendremos tiempo de remontar una nueva cuesta, aperitivo de todo lo que nos espera por delante, y que nos conduce a la Avenida de Portugal, donde durante un kilómetros obtenemos un respiro en forma de perfil en bajada, pasamos el cartel que marca el kilómetro treinta y dos y aquí es donde realmente empieza mi verdadero maratón.

Empiezo a notar las piernas ya cargadas del esfuerzo, y la cabeza empieza a mandarme señales inequívocas que estoy llegando a los límites. Al paso del kilómetro treinta y tres ya no soy yo quien marca el ritmo del grupo, sino otro atleta (que al final quedaría como primer madrileño en cruzar la meta) que con mejores piernas que yo decide tomar la iniciativa, ahora ya acuso todo el esfuerzo y me empieza a costar bastante el seguirles el ritmo a las etíopes, de las que ya solamente quedan dos. En el puente de San Isidro, al paso por el kilómetro treinta y cuatro empiezan a sacarme unos metros que cada vez veo mas difícil el poder recortarlos, los chavales que van en las bicicletas marcando la posición en carrera de las primeras clasificadas me animan constantemente a seguir con ellas, pero cuando el cuerpo dice basta es que ha llegado la hora de escucharle y sobre todo ahora que los kilómetros que quedan son todos en continua subida.

El inicio por el Paseo de la Virgen del Puerto ya lo hago en solitario y en el kilómetro treinta y cinco vuelvo a hidratarme, a medida que avanzan los kilómetros se incrementa mi torpeza para poder beber, creo que en este avituallamiento me he echado mas agua por encima que por dentro, pero con el calor que está haciendo casi hasta se agradece.

Me sorprende el comprobar que aun bajando el ritmo nadie me da alcance por detrás, incluso consigo adelantar a algún corredor que yendo delante de mí empieza a acusar el esfuerzo de forma notable. Paso por el kilómetro treinta y seis y ahora si que ya estoy fundido, veo a las negritas por delante y no me sacan tanta distancia, pero a mi me parece ya insalvable, las piernas ya las tengo como dos piedras y creo que estoy en plena crisis, fijo mis pensamientos únicamente en llegar a meta, imagino la cara de mis hijos viéndome llegar e intento apartar todos los pensamientos negativos que empiezan a pasarse por mi cabeza, mi objetivo en este momento es......simplemente llegar.

El discurrir por el Paseo Imperial se me hace I N T E R M I N A B L E..... parece no llegar nunca el kilómetro treinta y siete, voy sufriendo como un perro, pero los ánimos de la gente me hacen intentar recomponerme y seguir adelante, así me hidrato nuevamente y busco el treinta y ocho con mas pena que gloria. Desde aquí hasta el treinta y nueve es una larga recta cuesta arriba y donde el tiempo parece detenerse, menos mal que al llegar a Atocha recibo nuevamente los ánimos de Rober que me impulsan a seguir adelante, intento buscar un ritmo constante en la zancada, pero se hace realmente complicado. Al girar hacia la Avenida de Alfonso XII, ya buscando la valla que delimita el Parque del Retiro, la calle me da la bienvenida en forma de nueva cuesta, mas pronunciada que las anteriores, aunque también mas corta, que desemboca en el kilómetro cuarenta, ahora ya estoy seguro que llego a meta, aunque el perfil sigue picando hacia arriba intento acelerar la marcha, con escasos resultados y así sufro mucho durante el tránsito hasta el cuarenta y uno, ya a las faldas de la entrada al Retiro y habiendo dejado atrás la puerta de Alcalá. Los ánimos del público en esta parte final del maratón son exacerbados, ya no sé realmente que me gritan, es tal el bullicio que no consigo descifrar las palabras, solo noto un griterío enorme rodeado de aplausos y ruidos escandalosos, es increible.

Traspaso la entrada al parque del Retiro bajo un griterío constante que unido a que el perfil se torna en franca bajada, me hacen acelerar el ritmo, cada vez la zancada es mas amplia y cada vez voy mas rápido, ya huelo la meta. Recorto en parte la distancia que me separa de la segunda clasificada pero como no podía ser de otra forma, al llegar al kilómetro cuarenta y dos la emoción me llena por completo al ver nuevamente a toda mi familia, desde este kilómetro cuarenta y dos, mi hijo de seis años salta la valla y me acompaña de la mano durante los últimos metros, intento disfrutar cada centímetro de este sueño final recibiendo todo el calor del multitudinario público, al cruzar la meta me abrazo a mi hijo, quien muestra una cara radiante de ilusión y que solo por verla ha merecido la pena todo el esfuerzo.

Recibimos las atenciones de los organizadores, yo en forma de cerveza fresquita y mi hijo en forma de batido y nos vamos al encuentro con el resto de la familia.

Al final cruzo la meta en un tiempo de dos horas treinta y cinco minutos y veinte segundos, quedando en el puesto veintinueve de la clasificación general y siendo el tercer veterano en llegar a meta de mas de cuarenta años.

Ha sido un día de esos para recordar, mucho mejor de lo que podía esperar en base a las lesiones que he venido padeciendo últimamente. Mis hijos están emocionados y hace una mañana con un sol brillante para disfrutar del parque, un sol que ha decir verdad hará estragos entre los miles de atletas que se han enfrentado al maratón.

Ahora toca descanso y a pensar en próximas citas todavía sin concretar. De momento a intentar recuperarme y cruzando los dedos para que la pierna no se resienta del esfuerzo.

Como siempre, y como no podía ser de otra forma agradecerle a la mujer que mas quiero la ayuda y el apoyo que tiene conmigo y que sin ella nada de esto sería posible. MUCHAS GRACIAS LOURDES, sabes que sin tí estaría perdido.


Mucha salud para tod@s

lunes, 12 de abril de 2010

MEDIA MARATON MADRID 2010




En esta ocasión el comienzo de la crónica de esta competición no puede, lamentablemente, comenzar de otra forma que dando un sentido pésame a la familia y amigos del corredor fallecido, parece ser que de un infarto, nada mas cruzar la línea de llegada. Desgracias como ésta le hacen reflexionar a uno, sin entrar en demagogias baratas, sobre las limitaciones del cuerpo humano y la conveniencia o no de someterlo a estos esfuerzos. Desde aquí solo quiero formular mis condolencias y esperar que este tipo de desgracias no se repitan en un futuro. Descanse en Paz.

Por primera vez en mucho tiempo acudí solo a la línea de salida en el Parque del Retiro, ya que mi inseparable compañero de carreras, mi cuñado Alejandro, decidió a última hora no tomar parte en la misma ya que se encuentra, parece ser, “pasado de vueltas”, espero que se recupere pronto de este sobre-entrenamiento y podamos seguir corriendo juntos durante muchos años. Así me desplacé en metro hasta el Retiro, donde a las ocho y media me encontré con Javi y Enrique, dos amigos de Velilla de San Antonio que también se enfrentarían a los veintiún kilómetros. Tras calentar unos segundos juntos nos deseamos suerte y nos acomodamos, cada uno en su sitio, dentro del pelotón de atletas que, cada vez mas numeroso según pasan las ediciones, nos marcamos como objetivo patear las calles de Madrid en esta soleada mañana del mes de abril. Hace una temperatura perfecta para correr, próximos a las nueve de la mañana el cielo está despejado y brilla un sol radiante, de cuyos calurosos efectos nos protege una refrescante brisa matutina.

Antes del comienzo de la carrera puedo saludar a algunos amigos que por allí se encuentran, con mención especial para Rober, quien no deja de sorprenderme por su espectacular progresión en los últimos años, le veo muy delgado, señal inequívoca de que se encuentra en un buen momento de forma. Sin tiempo para casi nada mas suena la detonación que marca el inicio de la carrera. Salimos por el Paseo de Fernán Núñez con dirección a la calle O’donell para enseguida enfilar la calle Príncipe de Vergara. El comienzo lo hago muy, muy tranquilo y únicamente buscando sensaciones, sobre todo después de la pésima carrera que realicé en la media maratón de Lisboa, así que salgo sin mucha confianza, la verdad.

Según avanzamos por la subida en la calle Príncipe de Vergara me uno a un grupo que va a arropando a dos excepcionales corredoras como son Recuerdo Arroyo y Mª Ruiz, así que me uno a ellos y continúo buscando sensaciones, de momento no voy mal, pero tampoco me siento cómodo, noto las piernas cargadas seguramente de la paliza en la bicicleta de ayer. Para los “aficionados” al crono, lamento decepcionaros pero no puedo decir el ritmo exacto al que hemos corrido estos dos primeros kilómetros ya que hace tiempo que no corro mirando el crono, pero mas o menos por las sensaciones estimo que debemos andar alrededor de los tres minutos cuarenta segundos por kilómetro.

Llegamos a la calle Diego de León y giramos a nuestra izquierda, así nos acercamos al tercer kilómetro donde sigo corriendo, codo con codo, en este grupeto de corredores y no me encuentro mal del todo, es mas, al completar el cuarto kilómetro e iniciar el ascenso por la calle Bravo Murillo mis piernas parecen pedirme mas ritmo, así que me pongo en cabeza del grupo y empiezo a aumentar la marcha. Aun habiendo incrementado un poquito el ritmo no llevo una buena cadencia de zancada, por lo que me pasan bastante corredores por todos los lados, no así las dos chicas que parecen haberse quedado atrás.

La subida por Bravo Murillo son cinco kilómetros de contínua subida, por lo que no hay que perder la cabeza en este tramo y tomarlo con tranquilidad, como así lo hago. Como quiera que la calle es larga, me permite ver que a unos pocos metros delante de mi va otro pequeño grupo acompañando a otra fémina. En este caso se trata de otra gran atleta como es Teresa Pulido, a la que poquito a poquito le voy recortando distancia. Antes de llegar a Plaza de Castilla ya la he dado alcance y junto a otro corredor le hacemos de liebre durante el kilómetro de transición entre el noveno y el décimo. El paso por el diez mil lo hacemos en treinta y siete minutos justos, esta vez si hay referencia del tiempo al haber situado la organización un cronómetro en el punto de paso, al que es inevitable echarle una miradita de reojo. No es un mal tiempo, teniendo en cuenta que han sido casi nueve kilómetros de subida continua, eso me anima, y esto, unido a que el perfil en este punto se vuelve totalmente favorable, me hacen albergar esperanzas de una buena carrera. Sin echar las campanas al vuelo podría decir que me encuentro a gusto, como hace muchos, muchos meses que no me encontraba. La lesión de mi pierna se porta bien conmigo (para eso la mimo hasta la saciedad durante los largos días entre competición y competición) y yo me porto bien con la pierna al no someterla a ningún castigo innecesario, es cierto que a partir del décimo kilómetro incremento el ritmo, pero nada fuera de lo que podría considerarse como placentero, es decir, que en ningún momento rozo ese punto de agonía que hace no disfrutar de las carreras.


El paso por los kilómetros once y doce lo hago realmente rápido, a lo lejos diviso a una bicicleta que señala, inequívocamente, el grupo de una de las primeras atletas femeninas, me quedo un poco perplejo ya que, aunque estoy corriendo mas o menos bien, no tengo esa sensación de ir realmente rápido y me extraña que con tan poco esfuerzo esté llegando al grupo de la tercera chica. Poco después, el banderín que porta la bicicleta me devuelve a la realidad, efectivamente se trata de una chica, pero la posición que ocupa en la carrera no es la tercera, como yo creía, sino la sexta, se trata de una corredora española, Elena Espeso, que corre francamente bien, me uno a su grupo y hago junto a ellos toda la bajada de la calle Serrano dejando atrás el kilómetro trece. Justo antes del señalado como catorce, giramos a la izquierda para retomar nuevamente la calle Diego de León, ahora lo hacemos en una pequeña subida, que aunque no muy pronunciada castiga bastante las piernas acostumbradas durante los últimos kilómetros a correr en descenso.

Desembocamos nuevamente en la calle Principe de Vergara, y nuevamente el perfil se vuelve favorable, así al paso por el kilómetro quince, a poco mas de seis kilómetros para la meta, dejo atrás al grupo e intento enlazar con un corredor del
Clínicas Menorca
que nos aventaja en una decena de metros. Me cuesta llegar hasta él, pero poco a poco le voy recortando la distancia y eso me anima bastante. Soy consciente que debo reservar fuerzas para la entrada al Retiro, ya que la conozco de la edición pasada de ésta misma media maratón, donde ya la sufrimos, y se trata de una cuesta bastante rompe-piernas, es un lugar donde si no se llega con las fuerzas suficientes se puede pasar un auténtico calvario.
Antes de abordar la avenida de Menéndez Pelayo, paralelos al parque del Retiro, consigo dar alcance y rebasar al corredor del Menorca y se une a mí otro atleta que me sigue los pasos y con quien entablo una pequeña conversación, se trata de un atleta veterano de mas de cincuenta años y que corre como un auténtico chaval, me comenta que él ya participaba en esta prueba hace años cuando comenzó como una carrera de veinte kilómetros, me habla de sus antiguas marcas y nos relajamos un poco, hasta tal punto que sin darnos apenas cuenta la atleta española Elena Espeso, viniendo desde atrás y en solitario, nos vuelve a dar alcance. Ella se une a nosotros y la marcamos el ritmo durante los kilómetros diecisiete y dieciocho, en el tramo del Paseo de la Reina Cristina. Llegados a éste punto nos damos cuenta que delante nuestra, otra bicicleta de la organización marca la posición de la quinta chica, se trata de una atleta africana y no sería descabellado el tratar de darla alcance, así se lo comento a Elena y le digo que si se encuentra con fuerzas yo me comprometo a acercarla hasta Jeriwoi Sarah, que así es como luego me enteraría que se llama la keníata. Elena me dice que lo quiere intentar así que, poquito a poquito voy incrementando el ritmo, yo me encuentro bien y bastante animado al ver que aunque son solo destellos, de vez en cuando consigo sentir las sensaciones de correr con soltura.

Después del kilómetro dieciocho se acaban las contemplaciones, ya el perfil deja de ser en llano y comienza repentinamente a picar hacia arriba. Tengo que correr con bastante “tacto” ya que en los últimos cien metros noto que Elena de vez en cuando se descuelga y le cuesta seguirme, así que, de vez en cuando, bajo un poquito la intensidad hasta que vuelve a engancharse y continuamos a la caza de la keniata. Le pregunto a Elena si conoce la cuesta de entrada al Retiro y me dice que sí, así que ya sabe a lo que nos vamos a enfrentar en el siguiente giro a la derecha. Como ya esperábamos comienza el momento mas duro de la carrera, el Retiro nos recibe con la cuesta del Angel Caído (que por algo se caería digo yo..) una decena de metros demoledores y donde comprobamos que la negrita se ha quedado clavada, esto me sirve para infundirle mas ánimos a la española y así nada mas terminar el cuestón me despego un poco para dar alcance a la africana a la que me uno como una lapa esperando la llegada de Elena, a ésta le cuesta llegar pero al final contacta con nosotros, se toma unos metros para respirar y le comento que es el momento, así me vuelvo a poner delante de ellas e incremento descaradamente el ritmo con la intención de despegar a la keniata. Afortunadamente veo que la española consigue, no sin mucho sufrimiento, seguir mis pasos y muy poco a poco le vamos metiendo algún metro a la negrita.

Pasamos el kilómetro veinte con unos cinco o seis metros de ventaja sobre la atleta perseguidora, deberían ser suficientes para ir dejándola atrás poco a poco, pero los atletas africanos en general están hechos de otra pasta y la keniata aprieta los dientes y no tira la toalla. Así cuando giramos a la derecha, paralelos ya al estanque vuelve a darnos alcance, momento en el que aprovecho para dar un nuevo tirón gritándole a la española que me siga, algo que hace con muchísimo sufrimiento ya que oigo su agitada respiración detrás de mi, pero lo conseguimos nuevamente, y volvemos a dejar atrás unos pocos metros a la africana. Ya solo queda un giro de noventa grados para encarar la recta de llegada, constantemente voy animando a la que ahora es la quinta clasificada para que no baje el ritmo, pasamos por el kilómetro veintiuno y cuando apenas restan cien metros para la llegada, la keniata nos pasa como una auténtica exhalación por la derecha, yo consigo seguir su estela y me pego a ella, pero a Elena ya no le quedan mas cambios y definitivamente se queda atrás, una pena porque parecía que podía llegar a meta en quinto lugar. Al final cruzo la línea de meta justo detrás de la africana y dando alcance sobre la misma raya a otro corredor del “Clínicas Menorca”, el tiempo del crono sigue estando lejos de mis mejores marcas, pero estoy muy contento porque al menos a ratos, he conseguido correr con buenas sensaciones. He parado el crono en una hora diez y seis minutos y cuarenta y ocho segundos, pero me quedo con la sensación de haber podido llegar algunos segundos antes si no me hubiese quedado a hacer de inesperada liebre, pero las marcas, como ya sabeis los que leéis este blog desde hace tiempo, pasaron a un plano secundario en el orden de mis prioridades.

En la meta saludo a varios amigos y sin mas dilación me encamino nuevamenta al metro

Ahora toca recuperar las piernas y pensar ya en la próxima gran carrera, que no será otra que mi cita anual con el MAPOMA a escasos quince días.

Mucha salud.