jueves, 31 de mayo de 2012

MEDIA MARATON DE COSLADA 27/05/2012


   Por distintos motivos, ya hacía un par de años que no participaba en esta media maratón. Este año, debido a mi “divorcio” con las carreras de asfalto, tampoco tenía pensado participar, pero el ir a entrenar los sábados con los compañeros de Velilla de San Antonio es lo que tiene, que hay compañeros que van y al final pica el gusanillo. Así pues, le pusimos deberes a David para que nos hiciese las inscripciones y pusimos la mente en esta competición.

   Unos días antes de la carrera, David nos comunica que tras desplazarse a Coslada para realizar las inscripciones le informan que los dorsales ya se han agotado, pero que extrañamente le invitan a que si somos respetuosos podamos correr sin dorsal. Últimamente los dorsales se agotan con mucha antelación en la mayoría de las carreras, algo inusual hace unos años donde recuerdo que hasta se podía apuntar uno el mismo día de la prueba. En fin, sea como fuere, el caso es que ya hechos a la idea de afrontar esta media maratón decidimos ir a participar, aunque fuese sin dorsal.

   El día de la prueba, acompañado como no podía ser de otra forma de mi cuñado Alejandro, nos presentamos en Coslada con margen suficiente para aparcar bien el coche y charlar un rato con amigos y conocidos que por allí se encuentran. Bromeamos un rato con Carlos, un amigo del Club Edwards, y también con Antonio, compañero de entrenamientos en Velilla, quien aprovecha para presentarnos a su mujer. Poco después llega toda la tropa Velillense y juntos, y sin calentar ni un solo metro, nos vamos a la línea de salida.


Ambien pocos minutos antes de la salida.
   Nos situamos mas o menos hacia la mitad del grupo y tras alguna broma mas, comenzamos a correr en cuanto el juez de carrera da la salida. Los primeros metros los hago trotando ya que es imposible correr rodeado de tanta gente, y eso me viene bien para ir calentando poco a poco. Llegamos a la primera rotonda que giramos a la izquierda y aquí ya empiezan a abrirse algunos huecos por los que me voy colando.


Instantes después de la salida llegando a la primera rotonda.

   Paso el primer kilómetro en algo mas de cinco minutos y voy incrementando poco a poco el ritmo, contacto con mi amigo Carlos del club Edwards quien me dice que no ha puesto el crono en la salida y quiere conectarlo en el kilómetro dos, así que al paso por este segundo kilómetro le aviso y lo pone en marcha.

   Yo sigo hacia delante progresando poco a poco, llego hasta grupitos de corredores, aguanto un poco con ellos y tras pocos metros sigo incrementando el ritmo y superándoles. Así paso los kilómetros tercer y cuarto, y al llegar al quinto donde está el primer puesto de avituallamiento ya voy situado en la parte delantera del gran grupo de corredores que damos color a esta carrera. Tomo una botella de agua y me la bebo casi entera, cosa inusual en mi que casi no bebo en competiciones distintas del maratón, pero hoy es distinto, llevo la boca muy seca ya que ayer apenas me hidraté, bueno a decir verdad si que lo hice pero solo con cerveza. Estuve toda la tarde con mis hijos celebrando el fin de temporada del equipo de fútbol de Pablete y para cenar, les llevamos a todo el equipo al Burguer donde yo apenas comí unos nuggets de pollo con un par de cervezas grandes. Para terminar de rematarlo hoy el desayuno ha sido un vaso de leche con dos galletas, comida insuficiente a todas luces para correr una media maratón, soy un inconsciente.

   Sigo adelante y tras unos giros a la derecha pasamos el sexto kilómetro y la misma rotonda que en la zona del recinto ferial nos vió pasar hace unos minutos. Poquito a poco voy buscando sensaciones, hace mucho, mucho tiempo que no competía en asfalto y las sensaciones y la forma de correr son totalmente distintas a las carreras de montaña, aquí hay que dar el máximo en cada zancada y yo todavía no tengo la mente concienciada para ello, y no sé si la volveré a tener. Voy pensando únicamente en disfrutar de la carrera, voy animando a los corredores que poco a poco se van descolgando de posiciones delanteras y lo cierto es que salvo algún pequeño pinchazo en mi maltrecha cadera, estoy corriendo mas o menos sin problemas.

   Nuevo giro a la derecha y pasamos el kilómetro siete junto a la estación del cercanías, poca gente animando, por no decir ninguna, y nos acercamos sin remedio a la temida zona de Las Conejeras. Se trata de una zona complicada por sus continuas cuestas como así comprueba algún corredor que a las primeras de cambio se queda clavado en ellas.

  Los kilómetros octavo y noveno los completamos superando las cuestas "conejeriles" que en ellos nos esperaban, rampas que yo recordaba de mayor dureza y que en el día de hoy no me lo han parecido tanto, supongo que será porque llevo un ritmo mucho mas lento que las últimas veces que competí en esta prueba y ello me permite afrontarlas con mas serenidad.

 Tras una fuerte bajada que castiga los cuádriceps y, una vez dejada atrás la zona de Las Conejeras ya corro prácticamente en solitario, acompañado única y esporádicamente de otro corredor que a ratos va haciendo lo que se llama “la goma”, a veces se junta conmigo y otras se queda atrás. Nos adentramos ahora en las amplias avenidas de la zona del Esparragal, calles anchas y rectas que otra vez, poco a poco van picando hacia arriba.

   Desde el kilómetro diez hasta el kilómetro once el perfil de esos mil metros es de una constante, sostenida y descarada subida que nos hace arribar a la zona de La Colina resoplando y alguno hasta bufando.  A partir de aquí el perfil de recorrido se suaviza lo que me permite correr con mas soltura y decido incrementar un poco el ritmo, así corriendo en llano y en algún tramo de pronunciada bajada supero la distancia entre el kilómetro once y el doce en apenas tres minutos y veinte segundos, he pegado un buen acelerón y vuelvo a correr de nuevo en solitario. Doy caza a otro atleta que me precede y que se pone a mi estela durante el tramo llano de Ciudad San Pablo entre el doce y el trece, pero tarda poco en descolgarse.

   El perfil sigue siendo llano lo que me permite mantener un buen ritmo y atacar con garantías el kilómetro catorce donde paso nuevamente por el lugar donde tomamos la salida y aquí si recibo el ánimo de la gente que nos está animando. Ahora el recorrido vuelve a ser el mismo que ya hemos completado en los primeros kilómetros, así que ya lo conocemos todos.

  Cuando creo que voy bien, la cadera me manda alguna señal de alarma que me hace ser realista y pensar en que tengo que correr con la inteligencia suficiente para no estar luego una semana fastidiado con los dolores que me acompañan desde hace meses por forzar mas de la cuenta, así que bajo el ritmo y vuelvo a imponerme una velocidad de “crucero” lo suficientemente cómoda como para no castigar la zona afectada por la lesión, pero en el punto de exigencia adecuado para mantener un ritmo aceptable de competición.

   Esta situación es el ingrediente perfecto para que corredores a los que había descolgado vuelvan a juntarse conmigo en el kilómetro quince, alguno apenas unos metros porque vuelve a quedarse, pero otro se va por delante de mí, y aunque se trata de una segunda vuelta por un trazado que ya debería conocer, en cada cruce de calles, en los que no existe algún voluntario de la organización, se despista y tengo que ir indicándole a grito “pelao” cual es el trazado que debe seguir, esta será una constante hasta la misma línea de meta.

   Por delante de nosotros, y únicamente en las calles mas rectas, tan solo podemos vislumbrar a un par de corredores, pero con tanta distancia de separación que será imposible alcanzarles, por lo que el resto de kilómetros toca correrlos otra vez en solitario. Paso el kilómetro dieciséis asumiendo el papel de “lazarillo” ya que el corredor que va delante de mí, apenas a veinte metros, va literalmente perdido y he de seguir pegándole gritos para indicarle el camino correcto, yo sigo a mi ritmo con el único objetivo de llegar, ya se puede oler la meta.

   Giramos a la derecha, nos merendamos el kilómetro diecisiete, y con un nuevo giro a la derecha nos plantamos en una calle larga que nos conduce hasta el dieciocho. Pocos metros después, un nuevo paso por la misma puerta del Ayuntamiento y, tras unos cientos de metros conquistamos el kilómetro diecinueve y con él, el último avituallamiento donde vuelvo a dar fin de un nuevo botellín de agua.

   Esto se está acabando, ya se intuye la línea de meta, dos giros mas hacia la derecha y desembocamos de nuevo en la larga calle Virgen de la Cabeza, paralela al Centro Integral de Transportes, en subida en su comienzo y mas favorable en su parte final que nos conduce al kilómetro veinte. Kilómetro donde vuelvo a alcanzar al desorientado corredor que me precede, mas por demérito suyo que por mérito mío, ya que por mi parte no ha habido ningún incremento de ritmo, así que ha debido ser él quien está acusando esta parte final del recorrido. Le rebaso y afronto los ultimos metros de la carrera con buenas sensaciones, me dejo llevar por ellas y alargando la zancada y la frecuencia de las mismas hago el último paso por la rotonda del ferial y supero el último obstáculo en forma de cuesta sobre el puente que salva las vías del ferrocarril.

   Únicamente me quedan apenas trescientos metros, en los que hago un último cambio de ritmo y alentado por los aplausos del público, que aquí si anima, junto con los ánimos recibidos también por parte de Javi, otro de mis compañeros de Velilla que al pensamiento de “la carne es débil” se retiró en el primer paso por este punto, consigo llegar bajo el arco de meta y parar el cronómetro en una hora y diecinueve minutos.


Ultimos metros.                                                                                                                                                                                    
Javi al fondo de rojo de quien recibí sus ánimos.                                                                                                                            


   Una marca muy discreta y lejana a la hora quince que conseguí hace ya algunos años en este mismo recorrido, pero el cuerpo respondía de otra forma por aquél entonces, y las lesiones no eran tantas.



Alex llegando a meta                                                                                                                                      

   Acabo muy contento porque he terminado muy entero, mejor de lo que esperaba en un principio. Nada mas cruzar el arco de meta, y aunque nadie de la organización me invita a hacerlo, (De hecho incluso alguno me aplaude al llegar a meta), abandono la zona vallada por uno de los laterales ya que he corrido sin dorsal y no sería ético hacer uso de la zona en meta reservada a corredores.

   Enseguida puedo saludar a la mujer de Antonio que está esperando su llegada, y vuelvo sobre mis pasos al encuentro con Javi, junto al que espero al resto de amigos y compañeros que poco a poco irían llegando a meta y de los que dejo constancia en forma de fotografía para que puedas ponerles cara.


Juan, magnífico corredor Velillense que paró el crono en 1:24.                                                                            




Carlos, buen corredor del club Edwards y mejor persona.                                                                                           

Jordi, otro magnífico corredor Velillense.                                                                                          

Antonio en primer plano, corredor Velillense.                                                                                                                                      
Duro de roer como comprobaría el dorsal 376 tras el sprint.                                                                                                           



Alejandro, mi cuñao, no calla ni debajo del agua.                                                                                 
Magnífico corredor y magnífica persona, que voy a decir yo..                                                          


David, gran amigo y compañero de muchas historias.                                                                                  
Actualmente reconvertido a triatleta.                                                                                                                    




Angel, una de las últimas incorporaciones al grupo Velillense.                                                                                                        
Un valor en alza y en continua progresión, un fenómeno.                                                                                                                 
 

miércoles, 23 de mayo de 2012

CROSS TRES REFUGIOS 2012



Después de varios meses sin aparecer por aquí, hoy voy a actualizar un poquito el blog ya que está cogiendo algo de polvo últimamente. Lo cierto es que, por otra parte, no hay mucho que contar ya que estoy en una etapa deportiva en mi vida en la cual prácticamente no estoy compitiendo y, únicamente salgo a trotar tranquilamente por el parque escuchando buena música y limitándome a sentirme bien conmigo mismo, sin ninguna otra pretensión.

En el pasado Maratón de Madrid realicé únicamente los últimos 25 kilómetros acompañando a mi cuñado, disfrutando de otra manera de esta parte del recorrido, una forma distinta de llegar a meta ya que se me hizo muy extraño terminar en los últimos kilómetros sin la sensación típica de sufrimiento al finalizar una maratón.

Desde entonces no había vuelto a colocarme un dorsal hasta el pasado domingo donde formé parte de los trescientos cincuenta descerebrados que nos dimos cita en el Cross de los Tres Refugios que se celebró en plena sierra madrileña. El recorrido partía desde el puerto de Navacerrada para subir hasta la Bola del Mundo, pasando por La Maliciosa, Canto Cochino, la Charca Verde, para volver a subir la Bola del Mundo y finalizar en el mismo punto de partida tras completar casi treinta y dos kilómetros de trazado sinuoso con continuas subidas y bajadas repleto de piedras, raíces, así como hielo y nieve en algunos puntos.

El día no acompañaba en absoluto, y a la llegada, junto con mi cuñado, al puerto de Navacerrada, ya pudimos comprobar las condiciones adversas que nos esperaban, no obstante a nuestra llegada ya caían unos pequeños copos de nieve custodiados de un vientecillo muy fresquito que acentuaba la sensación de frío. Tras aparcar el coche y rondando las ocho de la mañana nos dirigimos a recoger el dorsal al Albergue, donde nos encontramos con nuestros compañeros Juan Agus y un Alejandro más. Allí tras recoger el dorsal comentamos que el día no está para bromas y tendremos que tomar muchas precauciones para no llevarnos algún disgusto en la cima de la montaña, todo apunta a que allá arriba las condiciones serán todavía peores.

Yo solo hago que pensar en el calzado que llevo, por mas que miro a mi alrededor la gente va super-preparada con zapatillas de buenos tacos de montaña y yo calzo unas de asfalto con una telilla tan fina que noto el aire gélido a través de ella en mis pies, estoy convencido que lo voy a pagar caro, en fin, no tengo otras y espero no encontrarme mucha nieve y poder correr bien.


Tras una pequeña charla de la organización en la que nos piden mucha prudencia y estar atentos a las marcas que señalan el recorrido para que nadie se pierda, a las nueve y cuarto de la mañana se da la salida. Ascendemos unos cientos de metros por la carretera para enseguida girar a la derecha y comenzar paralelos al teleférico la subida a la bola del mundo por una pista pedregosa y helada que, a cada paso, acumula mas cantidad de nieve, parece mentira que estemos finalizando el mes de mayo. He salido muy tranquilo y estoy inmerso en el grupito de los diez primeros corredores que enseguida pasamos a convertirnos en “andadores” ya que es literalmente imposible seguir corriendo. Así pasamos todos a caminar avanzando paso a paso por la dura ascensión y formando una larga fila india procurando seguir la huella de los que situados en cabeza abren la prueba. Sobra decir que a los primeros pasos por la nieve ya llevo los dos pies totalmente calados, y esto acaba de empezar.


La subida a la Bola es agotadora y se hace interminable, hay tramos muy resbaladizos y tengo miedo de perder el equilibrio y rodar ladera abajo, no consigo dar tres pasos seguidos sin algún resbalón, así fijo la vista única y exclusivamente en donde pongo los pies, y las pocas veces que levanto la mirada compruebo que el cuestón es cada vez mas empinado. Cuanto mas nos acercamos a la cima mas nieve-hielo se acumula y, ello sumado a que el aire arrecia con mas fuerza y que nos recibe con una fuerte ventisca unida a la niebla que hace imposible la visión mas allá de una decena de metros, convierten en un infierno la ascensión, yo confió en que quien va primero esté yendo por el buen camino, porque vamos todos detrás como borregos….



Por fin coronamos y al mas puro estilo Calleja “hacemos cima”, donde las imponentes antenas que dominan la cumbre se yerguen ante nosotros con actitud dominante tras haber surgido de entre la espesa niebla. Ahora la ventisca nos golpea con mas fuerza y unido a la dificultad de correr por la nieve-hielo y la pronunciada pendiente, hacen que sea realmente duro el poder correr, no en vano hay corredores que al grito de “así no hay quien corra”, prefieren darse la vuelta en ese punto y volver sobre sus pasos buscando la seguridad de las instalaciones del puerto de Navacerrada que hemos dejado atrás hace apenas un kilómetro.

Una vez alcanzada la cima, ahora toca bajar hasta el collado del Piornal por un estrecho sendero salpicado de hielo y piedras, algo mas peligroso si cabe que la dura subida, ya que el cuerpo debido a la terrible inclinación se desplaza irremediablemente hacia delante y los esfuerzos de las piernas por intentar sujetarlo pasan un caro peaje en forma de dolor en los músculos cuádriceps, por no hablar de la suma de resbalones que hacen que en mas de una ocasión esté a punto de irme al suelo. Todo ello unido a que, justo delante de mi un corredor ha caído y se ha hecho bastante daño con algún corte en la rodilla y muy posiblemente un esguince de tobillo, hace que me plantee seriamente el bajar el ritmo, tomármelo con mucha cautela y asegurar cada pisada para intentar no caerme, ése pasa a ser mi objetivo principal.



Volvemos a subir hacia la Maliciosa y el camino sigue siendo resbaladizo, técnico, difícil y pedregoso, a estas alturas ya me han pasado decenas de corredores, a algunos de ellos vuelvo a adelantarles en las subidas. Definitivamente mi objetivo es llegar sano y salvo, lo tengo claro, no me la juego. En este punto me alcanza la primera chica. Así junto con ella y otro corredor marchamos en un trío separados del resto de corredores durante bastantes kilómetros.

Hasta el collado de las vacas el descenso es empinado y técnico, hay que ir con cuidado, bajo sin arriesgar, dejando pasar a algunos que nos dan caza y que van más rápido, los cuadriceps se van cargando mas. Larga bajada, primero por la cuerda de los porrones por un camino con mucha piedra suelta y en algunos tramos técnicos. El tiempo ha mejorado y se ven unos tímidos rayos de sol, desaparece la nieve y se ven los primeros claros, las vistas preciosas pero tengo que ir concentrado en el camino. Después de un buen rato bajando y, las menos veces llaneando donde vuelvo a dar caza a alguno de los que me adelantaron en la bajada, llegamos a Canto Cochino donde tras una breve parada para un ligero avituallamiento continúo corriendo ahora por buen camino. Esto hace que pueda imponer un ritmo mas vivo a mi carrera y dar caza a otros cuantos corredores que me preceden. Vamos llaneando entre pinares en ligero ascenso, llegamos a la Charca Verde, ahora junto con la primera clasificada, voy inmerso en un grupito de unos diez corredores.



Algún kilómetro después llega la gran subida del día que nos supondrá tendré que salvar mil metros de desnivel en apenas ocho kilométros. A partir de aquí se hace complicado el poder correr, muchas raíces y piedras hacen que tenga que hacer andando algunos tramos. Sigo subiendo ganando altura y disfrutando de las vistas para bastante rato después llegar el puente de los Manchegos. A partir de aquí se hace literalmente imposible el poder correr, es una sucesión continua de riscos, pedregales, raíces, arbustos y árboles que dificultan incluso el poder caminar con comodidad, así que me armo de paciencia y pasito tras pasito continúo con la dura subida. Al cabo de un rato se pasa nuevamente del sol a la ventisca con agua/nieve y me adentro prácticamente en solitario en un valle salpicado de agua por todas partes, ni que decir tiene que los pies siguen tan calados como en la salida. En este punto el porcentaje de la rampa disminuye un poco y se puede volver a trotar, que no correr, durante algunos cientos de metros. Atravieso zonas encharcadas y un valle con ganado vacuno suelto y repleto de “plastas de vaca”, inevitable en pisar alguna. Han desaparecido los árboles, ahora todo son praderas y piedras y no veo por ninguna parte un punto de referencia donde fijar la vista en la subida, la Bola del Mundo se me antoja muy lejana todavía. Sigo sumando metros sin parar, la nieve hace acto de presencia nuevamente y empiezo a pisar otra vez hielo, mis pies ya ni los siento, deben estar a punto de congelarse.

Cada vez que levanto la vista me encuentro con un nuevo cuestarrón, así que mejor no alzarla mucho porque el terreno está empapado y hay agua y hielo por doquier.

Llego a la zona mas alta donde hay nieve por todos lados y tengo que escalar, si, si escalar un nevero con bastante inclinación, echo en falta un piolet…



Con mis zapatillas “voladoras” y ligeras de asfalto voy de resbalón en resbalón, es como si intentase correr con una moto con neumáticos de seco en una pista de hielo, es un milagro que me mantenga en pie. Superado el nevero me meto de lleno otra vez en la ventisca, siguiendo la huella dejada por los corredores que me preceden llego la bola y desde allí por una pista de hormigón semi-congelada todo para abajo hasta terminar por la misma pendiente super, super-inclinada y pedregosa que subimos en el inicio para desembocar en el Puerto de Navacerrada.




Llego a meta fundido, sin sentir los pies y los cuádriceps destrozados, han sido cuatro horas de esfuerzo que empiezan a pasar factura, repongo fuerzas en el último avituallamiento en meta que nos ha preparado la organización a base de carne de membrillo, jamón, queso, frutos secos y un vaso de caldo calentito que me sabe a gloria. Espero la llegada de mi cuñado que, unos cuarenta minutos después, llega cansado y contento.



Ha sido una dura experiencia no apta para todo los corredores, no en vano hubo mas de cincuenta abandonos, ahora toca recuperarse y volver a los entrenamientos diarios sin ningun objetivo en mente, tan solo disfrutar del deporte.



Salud para todos/as.