martes, 13 de mayo de 2014

VI VUELTA A LA CASA DE CAMPO



El domingo pasado día 11 de mayo de 2014, se celebraba la que sería la sexta edición de la vuelta a la Casa de Campo de Madrid. Sin embargo, y a pesar de haber corrido en innumerables competiciones en este pulmón verde de nuestro foro, ninguna vez lo había hecho tomando parte en alguna de las cinco ediciones anteriores de esta carrera. Era, por tanto, mi primera experiencia en completar una vuelta completa a todo el perímetro de este privilegiado enclave natural, y lo que en el argot de los incontables corredores populares que entrenan en él se conoce como “La vuelta a La Tapia”.

Para ser sincero, lo cierto es que me apunté a instancias de mi cuñado Alejandro, que fue quien realmente, y como se suele decir, puso toda la carne en el asador para que asistiésemos a ella. Así, y escasos dos días del cierre de las inscripciones, realizamos por Internet los trámites necesarios para quedar oficialmente apuntados a la carrera, y él mismo se acercó el sábado por la mañana a la sede de Corricolari a recoger los dorsales-chips. Aprovecho para hacer un inciso y dejar mi opinión sobre esta incómoda costumbre que se está poniendo de moda de no facilitar el dorsal a los corredores el día de la carrera, teniendo que perder el tiempo en otro desplazamiento para poder retirarlo con anterioridad, que si ya es un fastidio de por sí para los que vivimos mas o menos cerca, para el caso de los corredores que quieran competir y vengan desde otros puntos geográficos pueda resultar clave para decidir no hacerlo.

El domingo, en lo que a climatología se refiere y como continuación a la espléndida semana que le precedió, amaneció un día radiante. Sin desayunar salí al encuentro de mi cuñado, que puntualmente llegó a recogerme a la hora convenida. Por una M-30 despejada de coches debido los albores de un día festivo en Madrid, en pocos minutos llegamos a la Casa de Campo y estacionamos el coche sin ninguna dificultad. Como todavía teníamos tiempo de sobra hasta que se iniciase la competición, dimos un breve paseo por la orilla del lago y nos sentamos a desayunar en una terraza con vistas a éste y bajo unos árboles centenarios. De este modo, amparados por la compañía de sendos cafés y unas generosas tostadas bañadas con aceite y tomate, entablamos una animada charla mientras gastábamos el tiempo esperando a que se acercase la hora de vestirnos de corto.

Con el regustillo en la boca que nos dejó el último sorbo del café, desandamos nuestros pasos nuevamente por el margen del lago, ahora ya mas poblado de nutridos grupos de corredores que comenzaban a calentar, y nos encaminamos de vuelta al coche para vestirnos de corto y realizar el gesto, tantas y tantas veces repetido, de sujetarnos el dorsal al pecho con unos imperdibles. De camino nos cruzamos con Isra, un compañero del club de Atletismo Velilla de San Antonio y con quien estuvimos hablando un rato. Una vez enfundados en el “traje de faena” y  tras una fotito de recuerdo, nos mezclamos entre los mas de mil corredores que tomaríamos parte en la prueba y bajo el arco hinchable que delimitaba la salida junto al lago en el Paseo de la Torrecilla, esperaríamos la señal que nos puso en movimiento.

Preparados para la competición



Por delante mas de dieciséis kilómetros de puro parque, rodeados de árboles, arbustos y abundante vegetación, un cuadro basado en el verde y salpicado por pequeñas notas de los mas variopintos colores en formas de camisetas y equipaciones deportivas.


Los primeros cientos de metros los hice muy tranquilo, corriendo en el seno de un grandísimo pelotón de atletas y pateando el Paseo de los Piñoneros rasgando el silencio con una cascada interminable de sonoras pisadas. Ya desde los primeros metros pudimos comprobar que el grupo de los “élites” rápidamente puso los pies en polvorosa abriendo una brecha insalvable con el resto de los mortales. Los dos primeros kilómetros se hacen por asfalto y resultan prácticamente llanos, lo que permite correr  plácidamente y a la vez que cada uno vaya cogiendo su propio ritmo, abriéndose huecos por donde poder ir progresando zancada a zancada. En lo personal me encontré bien en esos primeros dos mil metros, aunque bien es cierto que el ritmo por kilómetro superaba los cuatro minutos por lo que no era ni mucho menos exigente. Desde hace ya mucho tiempo realizo las competiciones con una mentalidad totalmente distinta a la que tenía hace unos años, ahora busco sobre todo el seguir disfrutando de este deporte y me guío solamente por mis sensaciones, para ello dejo que sea mi cuerpo, y no mi cabeza, el que decida el nivel de esfuerzo en cada momento, y en concreto y en esta carrera, en ese momento mi cuerpo pedía calma e ir adaptándose despacio, por lo que no lo iba a contradecir.

Llegamos hasta el puente del tren, donde pasado éste tomamos un camino de tierra a la izquierda, llevando la vía del tren a esa misma mano y apenas unos metros después de pasar junto al almacén de Canteros, superaríamos una de las primeras cuestas de las muchas que tiene el perfil de esta carrera. La cuesta la tomé con la misma calma con la que había iniciado la carrera, de hecho fueron unos cuantos corredores los que me rebasaron en ese punto.

Al completar el tercer kilómetros el recorrido giraba a la derecha buscando un camino flanqueado por grandes pinos y paralelo a la carretera de Castilla, un buen tramo donde correr con velocidad y donde me puse en cabeza de un pequeño grupito y comencé a correr un poco mas rápido. Así pasaríamos el cuarto kilómetro, donde progresivamente continuaba adelantando a mas corredores hasta llegar al kilómetro cinco, y con él al puente sobre el Arroyo Antequina, donde giramos a la izquierda abordando otra exigente cuesta para seguir el camino que sube por detrás de la Fuente de Casa Vacas.

Entre el quinto y sexto kilómetro ya los grupos desaparecieron y pasamos a ser corredores aislados separados por escasos metros donde, haciendo la goma, cada uno imponía su ley en el terreno donde mejor se defendía. Así en las cuestas arriba por mi parte conseguía dar caza a alguno de los que me precedían, para luego en las bajadas volver a ser alcanzado por alguno de ellos nuevamente. De esta forma, entre un “ahora te doy caza” y un “ahora me descuelgas tú”, atravesamos un puente cruzando por encima de la carretera del Pino Piñonero y llegando hasta La Tapia, propiamente dicha, donde giraríamos a la izquierda continuando por un camino a nuestra total disposición que nos llevaría paralelos a las vías del tren.

En las cercanías del séptimo kilómetro dimos cuenta de una nueva cuesta, esta vez la nombrada como de “La Covatilla”, algo mas larga que las precedentes y donde me lo volví a tomar con mucha calma hasta que conseguí coronarla y fruto de ello fue el verme superado por un par de corredores. Una vez arriba iniciamos la bajada por el Camino de La Ronda pasando los kilómetros octavo y noveno, donde conseguí adelantar a algunos de los atletas que me habían superado anteriormente, así como también a algún otro que venía descolgado de los puestos cabeceros.

Pese a tomármelo con mucha calma en los tramos de subidas, lo cierto es que con el paso de los kilómetros me voy encontrando cada vez mejor, me noto mas suelto en los tramos llanos y disfruto mucho de las bajadas, aunque con bastante precaución y mirando bien donde pongo los pies. Con éstas llegamos al kilómetro nueve y también al diez donde está situado el único avituallamiento de la carrera y donde aprovecho para recoger un botellín de agua que me ofrece un voluntario y vaciar su preciado contenido a partes iguales entre mi nuca y mi estómago.

Trazado de la carrera

Cruzando la carretera de Somosaguas continuamos hasta cruzar la carretera de Prado del Rey, y coger el camino de Prado de los Rodajos, adelanto a un corredor mas, esta vez del Club de Atletismo Suances a quien le envío algunas palabras de ánimo ya que parece ir un poco justo y algunos cientos de metros mas adelante rebaso también a un excepcional corredor como es Arturo Pardo, a quien no reconocí en un primer instante, pero al quedarme pensando en que su cara me era conocida luego me vino a la mente de quien se trataba. Así, corriendo por este magnífico enclave madrileño iban pasando los kilómetros, y con el paso de los mismos mis sensaciones eran cada vez mejores. Dejamos atrás el kilómetro once y yo me encontraba con fuerzas y ánimos para completar otros once si hiciese falta, pero en esta carrera el arco de meta nos estaría esperando quinientos metros después del paso por kilómetro dieciséis. Al correr por sensaciones, lo bueno es que no llegas a sufrir en ningún momento, ya que cuando éstas son malas basta con ponerse al trote cochinero y esperar a que la cosa mejore, sin hacer caso a cronos, relojes, marcas ni zarandajas. Por el contrario cuando el cuerpo envía señales inequívocas de querer ir mas rápido,  es cuando llega el momento de pasar a la acción y darle lo que pide, y el domingo a partir del kilómetro doce fue cuando descaradamente el cuerpo me pidió “leña”.


Llegué a buen ritmo al conocido como “Puente de la Culebra”, dando alcance a otro corredor mas, y continué por el camino hacia la izquierda dirección al Zoológico de Madrid. Con una muy buena zancada y sin apenas esfuerzo, o a mí eso me parecía, seguí corriendo hasta llegar al cruce del camino del Zarzón con el Paseo Puerta del Batán, donde tras girar a la izquierda comenzaba la última de las fuertes rampas de la carrera. Se trataba de una corta, pero muy empinada, cuesta que bordeando el Zoo por su parte izquierda, donde a través de las vallas pude observar a un nutrido grupo de monos, terminaba en un amplio camino, dirección al lago, donde conseguí dar alcance a un atleta mas. El perfil pasó a ser favorable de nuevo y después de tomarme unos instantes de calma para recobrar el aliento tras la dura rampa, comencé paulatinamente a incrementar de nuevo el ritmo. Así dejé atrás el kilómetro catorce para comenzar una nueva transición de tierra a asfalto, al abordar el interminable Paseo de los Castaños donde con unas sensaciones fantásticas pude correr a ritmos por debajo de los tres minutos y medio por kilómetro que hacía mucho tiempo no disfrutaba. En el citado paseo comencé a recibir multitud de gritos de ánimo de los muchos ciclistas que disfrutaban también de la magnífica mañana dominical.

A lo lejos, pero muy lejos, me pareció reconocer a un par de corredores mezclados entre las numerosas bicicletas que circulaban por todas partes, y fui consciente que no iba a poder adelantar a nadie mas debido a la proximidad del fin de la carrera, no obstante estaba dejando atrás el cartel que marcaba el kilómetro quince. Consciente de que mi puesto en la carrera no iba a verse alterado, y sabedor que esta carrera no ofrece trofeos por categorías, sino únicamente a los tres primeros clasificados, había llegado la hora de relajarme y disfrutar en todo su esplendor del entorno por el que estaba corriendo, de los aplausos de los innumerables desconocidos que lo hacían a mi paso, de los gestos de ánimo que me devolvían la mayoría de las personas con los que cruzaba la mirada, del intercambio de palmadas con algunos niños que extendían su mano a mi paso, y sobre todo de disfrutar de este bonito deporte. Fueron unos últimos metros muy placenteros, sin ninguna presión ni pretensión, corriendo solamente por el placer de hacerlo y llegando al final de la carrera, bastante fresco para lo que suele ser habitual y habiendo conseguido disfrutar cada metro de la competición logrando además colarme en el Top Ten.



Crucé la línea de meta y tras un breve cruce de impresiones con el gran Jose Félix Ortiz (alias El Somalí), recogí algo de bebida, también un plátano para reponer fuerzas y me dediqué a animar a todos los corredores que llegaban a meta hasta que lo hicieron mi cuñado Alejandro y a renglón seguido Isra, completando ambos una excelente carrera.



Y así, con una nueva muesca en el haber de las carreras completadas nos volvimos a casa para recoger al resto de nuestras familias y disfrutar de un merecido aperitivo.

Unas cervecitas para celebrarlo.

Reponiendo fuerzas.

Salud para tod@s.