viernes, 15 de noviembre de 2013

CROSS ALPINO DEL TELEGRAFO 16/06/2013









Como continuación a la fase de ponerme al día con todas las competiciones que he ido realizando durante todo el tiempo que he dejado un poco apartado este blog, hoy le toca al Cross Alpino del Telégrafo donde participé antes del verano pasado, concretamente el 16 de junio.

Es un Cross que tradicionalmente se celebra el mismo día que el durísimo MAM (Maratón Alpino Madrileño), le separan de su hermano mayor tanto la hora de la salida (se comparte el mismo arco de partida), ya que el MAM se inicia a las 08:00 y el Cross a las 08:50, como por supuesto la distancia, ya que lejos de los 42 km. del MAM, el Cross se disputa sobre un trazado de 17 Km., siendo 8,5 Km. de Subida y los 8,5 Km. de bajada. El perfil es bastante duro, a parte de la subida que en sí misma es terrible, ya que hay que remontar el desnivel que parte desde el Polideportivo Municipal de Cercedilla hasta coronar el Pico del Telégrafo (de ahí el nombre del cross), justo enfrente de la Bola del Mundo de Navacerrada, como digo, a parte de esta tremenda subida, se hace mas duro aún debido a los caminos y sendas repletos de raices y piedras por donde se ataca la subida al pico, pero vamos por partes y comencemos por el principio.

Vaya por delante que esta crónica, como viene siendo habitual últimamente, y como sucederá todavía en alguna crónica futura mas, la realizo desde la distancia en el tiempo, habiendo transcurrido desde la celebración de la prueba hasta el día de hoy, nada mas y nada menos que cinco meses, que es casi medio año, por lo que las lagunas mentales pueden ser de escándalo, pido disculpas por adelantado.

Recuerdo, eso sí, que hasta Cerdecilla me desplacé con mi inseparable cuñado Alejandro, y lo recuerdo porque en algún sitio tengo alguna foto que nos hicimos en el momento de colocarnos los dorsales ( 812 y 813) junto a su coche, voy a buscarla para colgarla y que la podáis ver.


Junto al coche antes de empezar

La mañanita se presentaba bastante buena para correr, con un sol espléndido a estas tempraneras horas. En un periquete recogimos los dorsales en el mismo Polideportivo y como todavía nos quedaba algo de tiempo hasta la salida nos fuimos a tomar un cafetito en un bareto cercano. Mientras degustamos sendos cafés, charlamos un rato hablando de nuestras cosas y haciendo un poco de tiempo hasta que de nuevo nos dirigimos al coche, saludando por el camino a unos amigos de mi cuñado, para quitarnos los chandals y vestirnos ya de corto.


Mi cuñaíto Alejandro

Con los dorsales ya sobre el pecho, nos vamos a la zona de la salida donde aprovechamos para animar a los valientes competidores del Maratón Alpino Madrileño, que a las ocho en punto comienza su esforzada aventura. Solo de pensar lo que tienen por delante ya duelen las piernas, son 42 kilómetros realmente duros, de continuas subidas (La Bola del Mundo, La Maliciosa, etc…) y bajadas. Repletos de trampas a modo de socavones, piedras sueltas, grava, arena, raíces, etc…, en resumen, posiblemente la maratón mas dura de España y una carrera no apta para principiantes, en la que en cada una de sus ediciones hay alguien que se hace daño en alguna desafortunada caída (Como así ocurriría lamentablemente también en esta edición ya que la atleta alemana que ocupaba el primer lugar mediada la carrera, sufrió una grave caída y tuvo que ser evacuada en helicóptero, afortunadamente se recuperaría semanas después)..

Bueno, pues vista la salida de la maratón, empezamos a calentar muy suavemente por la zona, no obstante todavía nos quedaría mas de media hora para comenzar con nuestros 17 Km. que al lado de la prueba reina parecen pocos….. y no lo son.

A escasos minutos del comienzo del cross nos situamos entre los corredores bajo el arco de salida sin ningún tipo de agobio, lejos de lo que ocurre en la mayoría de carreras masificadas y mas comerciales. Una breve charla del speaker en la que se nos informa de la dificultad de la prueba y del estado de los caminos, sendas y trialeras, y con una detonación nos ponemos en marcha.

Le deseo suerte a mi cuñado que le tengo al lado y cada uno empieza con su ritmo su competición.

Los primeros metros son de calentamiento por un par de calles del pueblo que ya apuntan hacia arriba, enseguida salimos de la localidad de Cercedilla buscando el camino que conduce a la zona conocida como “Campamentos”. Rapidamente el camino pasa a ser una estrecha senda y muy empinada que desemboca en una carretera que tenemos que atravesar para seguir ascendiendo por un estrecho y empinado camino de cabras. En este tramo voy situado hacia la mitad del pelotón, y aunque me encuentro con fuerzas, es prácticamente imposible adelantar a ni un solo corredor debido a la estrechez del camino y el incontable número de piedras y pedruscos que por momentos bloquean el paso y nos hacen ir en fila india.

Poco a poco, según continuamos ascendiendo, el camino se torna algo mas ancho, aunque no menos empinado, esto me permite ir adelantando a bastantes corredores ya que puedo aprovechar una buena zancada y el que todavía estoy muy fresco. Durante algo mas de un kilómetro corro con ganas y adelanto a muchos corredores, aunque cada vez los que me preceden van mas distanciados y me cuesta mas llegar hasta ellos.


En plena subida

Al paso por la zona de los campamentos, el camino poco a poco se vuelve mucho mas duro, para progresivamente ir complicándose cada vez mas. Éste pasa a ser vereda, la vereda senda, y la senda una auténtica trialera defendida por enormes árboles y sus grandes raíces que hacen la ascensión, si cabe, todavía mas complicada. Intento seguir corriendo todo lo que puedo, aunque ya empiezo a ver a corredores con pinta de montañeros que abandonan el correr y comienzan a caminar apoyando sus manos por encima de los muslos. Todavía durante unas decenas de metros consigo seguir trotando, que no ya corriendo, y con ello adelantando a algún atleta mas, hasta que llego a un punto en el que no puedo mas, el corazón me va a estallar y decido ponerme a caminar también. Es una sensación muy extraña para mí, acostumbrado a correr en pruebas de asfalto en la que jamás tuve que andar ni un solo metro, pero ahora es lo que toca, y la montaña me pone rápidamente en mi sitio, es literalmente imposible correr por aquí, y no sólo debido a la enorme pendiente, sino que el suelo está resbaladizo por el maridaje entre la hierba y el agua, unido a las traicioneras raíces y a las omnipresentes piedras que lo engloban todo.

Dura subida y muy técnica.
Durante un largo tramo, los corredores vamos pasito a pasito ascendiendo por la dura subida, aquí nadie adelanta a nadie y bastante tenemos cada uno de nosotros con mantener el equilibrio y no caer. La ascensión total hasta el alto del telégrafo es de ocho kilómetros y medio y debemos llevar la mitad de ellos. El paisaje y la naturaleza que nos rodean son grandiosos, como así puedo comprobar en los pocos tramos en los que puedo levantar la vista del suelo, el aire puro entra como un cañón en mis pulmones y de vez en cuando el resonar de los latidos de mi corazón me permite escuchar el trino de algún pajarillo cercano. En algunos puntos complicados de los tramos, la organización, con buen criterio, a situado estratégicamente a algunos voluntarios que nos avisan de la dificultad del paso, o de alguna piedra suelta, así como del mejor sitio para vadear el río que en un par de ocasiones nos muestra el grado de temperatura del agua cristalina que le acompaña. Y así, entre vegetación, naturaleza, sudor, esfuerzo, y tesón, vamos poco a poco, unas veces andando, las mas, y otras corriendo, las menos, acercándonos hasta los dominios de la estación del tren a punto de coronar el puerto de Navacerrada.
Tramos en los que no hay mas remedio que andar.

Cuando ya se atisban las primeras edificaciones del citado puerto, dejamos de pisar hierba y tierra para zapatear durante unos pocos metros por un firme bastante mas compacto, una mezcla entre grava y asfalto que nos conduce a un tramo de escaleras que algunos valientes se atreven a superar con grandes zancadas, y donde cobarde de mí, vuelvo a pasar al modo “camina macho que aquí no hay quien corra”. Superadas las escaleras pienso que lo mas duro ha debido quedar ya atrás y empiezo a correr nuevamente, pero ingenuo de mi, lo mas duro de la ascensión al pico todavía me estaba esperando, nada mas, y nada menos que un autentico rampón de piedra suelta y con mas de cien metros de largo que pasa por debajo del teleférico, y donde no es que se haga imposible correr, es que también es complicadísimo superarlo andando. Supone un tremendo esfuerzo el culminarlo, pero todavía, una vez acabado, no se ha terminado la fiesta, aún queda un tramito mas hasta llegar al punto mas alto del cerro del Telégrafo, donde se encuentra un voluntario tomando nota de los números de dorsal, quien me indica que voy en el puesto número veinte, y donde ahora sí, se termina la subida.

Rampón, rampón, largo y empinado....





Las vistas desde la cima son espectaculares. Al fondo otra dura rampa.

Madre mía, el llegar hasta arriba me ha supuesto un tremendo esfuerzo, no estoy acostumbrado a este tipo de competiciones y sufro mas de lo que en un principio pensaba. Llevo las pulsaciones disparadas y el corazón parece que se me quiere salir del pecho. Bueno, ahora todo eso ha quedado atrás, y llega el momento de disfrutar de la bajada. Desde lo alto existen unas vistas impresionantes, con la bola del mundo justo enfrente y a cuyas faldas puedo observar por debajo de la línea que marca el teleférico, otra cuesta “fuera de categoría” de la que ya conozco su dureza, no en vano me tocó subirla en el cross de los tres refugios, aquel día rodeado de niebla y pisando nieve, que distinto del día tan espectacular que estamos disfrutando hoy.


Cruce de camino y empezamos la bajada
Control en la cima del Cerro del Telégrafo
El comienzo de la bajada es terrible, el desnivel es brutal y lejos de correr disfrutando, como creía iba a ser, tengo que concentrar todos mis sentidos en retener mi cuerpo que se ve empujado irrefrenablemente hacia abajo. A duras penas consigo no embalarme, y en algún punto que corro mas rápido de lo debido, tengo problemas para frenar y estabilizarme, esto es muy complicado para mi. En las primeras rampas de bajada me pasan como motos un par de corredores, mucho mas habilidosos en este tipo de terrenos y mas acostumbrados a estas carreras de montaña, se nota mucho mi falta de técnica.

Continúo con la bajada y tras el paso por la cima del puerto de Navacerrada el recorrido vuelve a ser el mismo que utilizamos en la subida, por lo que tengo que compartir el camino con los corredores que ascienden y me los voy cruzando constantemente. Ellos me animan al grito de “vamos máquina” y yo les devuelvo los ánimos siempre que el resuello me lo permite. Hay algunos puntos en los que tengo que tener especial cuidado ya que debido a la vegetación existen algunas curvas en las que no sé si puede aparecer alguien de frente, como así ocurre en mas de una ocasión. Lo bueno es que a medida que voy bajando, cada vez los corredores que suben son menos, hasta que pasados unos cientos de metros un chaval que sube andando me dice que él es precisamente el último y que por detrás no lleva a nadie mas, lo que me permite coger mas confianza en la bajada y aumentar el ritmo.

Con un poco mas de confianza, la que da llevar un par de kilómetros bajando y haberle cogido el truquillo a esto, voy aumentando el ritmo ya que de respiración voy fenomenal, así que amplío todo lo que puedo la zancada y salvando obstáculos voy poco a poco remontando posiciones, hasta que a mitad de la bajada un voluntario me indica que voy en el puesto octavo. Bueno, no está nada mal pienso yo, y aunque todavía por delante en algunos claros entre los árboles puedo ver a algún corredor mas, lo cierto es que pocas posiciones creo que voy a remontar ya.

Nuevo vadeo del río.
Sigo devorando la eterna bajada, atravesando nuevamente el cauce del río cuya agua de nuevo me congela los pies, y consigo dar alcance a un par de corredores que me iban precediendo desde hacía rato. Me pego a ellos y “chupando rueda” bajamos los tres a buen ritmo. Seguramente y lo mas probable, es que este trío que hemos formado no se rompa ya hasta las proximidades de la meta ya que nuestros ritmo son bien parecidos. Deben quedarnos unos tres kilómetros y medio aproximadamente para llegar y ahora el bosque se abre en pequeños claros por donde una senda estrecha pero con buen piso y sin piedras, nos conduce en avivadamente hacia nuestro destino.

En este tipo de carreras de montaña, la señalización generalmente dista mucho de las típicas carreras de asfalto donde se informa a los corredores del trazado a través de líneas en el pavimento o flechas pintadas sobre el mismo. En el bosque nada de esto es posible, por lo que la manera de informarnos para no perdernos en mitad del campo debido a los numerosos cruces e intersecciones, es a base de cintas de colores colgadas en las ramas de los árboles. Y esto viene al caso porque, en la bajada, el grupito de tres corredores que habíamos formado a pocos kilómetros ya de la meta, íbamos tan embalados que nos debimos saltar alguna de éstas indicaciones, ya que tras un buen rato bajando, los tres tuvimos la sensación que se nos estaba haciendo demasiado largo ya el tramo y llevábamos mucho tiempo sin ver ninguna de las citadas cintas. Y tanto que se estaba haciendo largo, como que nos habíamos equivocado de camino al menos hacía un kilómetro. Mis otros dos compañeros, seguros ya de habernos perdido intentaron buscar un camino alternativo por su cuenta que les devolviera al trazado de la carrera. Por mi parte vi un huerto cercano del que salía humo de una hoguera y me acerqué hasta allí, no sin antes esquivar a un par de perros, para preguntar al hortelano que allí estaba por donde debía seguir para llegar a Cercedilla. El anciano muy amablemente me indicó por donde podía atravesar y qué caminos debía seguir, pero lo mas recomendable, según me dijo, era volver a subir el tramo por donde acababa de llegar y enganchar otra vez arriba con el camino principal. En resumen, volver por donde había venido.

Así me tocó volver a descorrer el kilómetro y pico que acababa de bajar a toda mecha, para volverlo a subir de nuevo. Esto me machacó bastante, ya que venía de un descenso vertiginoso desde la cumbre del cerro y el volver a tener que ascender una dura pendiente era algo que no entraba ya en los planes, y máxime cuando ya mi mente estaba convencida que la meta estaba a la vuelta de la esquina. Por tanto vuelta hacia arriba a buscar el cruce objeto del desaguisado.

Una vez superado el kilómetro y pico de subida, no me costó ya ningún trabajo el llegar a meta, ya que ahora sí era imposible perderse debido a gran número de corredores que salpicaban de color el trazado. Completé el escaso kilómetro que quedaba en bajada hasta la meta y allí pude comprobar como mi cuñado estaba buscándome pensando que debía hacer rato que había llegado. Como así hubiera sido, si no hubiese sido por el terrible despiste que me costó casi tres kilómetros extras y mas de nueve minutos de retraso sobre el tiempo que hubiese podido hacer.

Una vez junto a mi cuñado, nos vamos al interior del polideportivo donde recogemos la bolsa con una bonita camiseta y algún que otro recuerdo, nos vamos hacia el coche con las piernas fundidas y la sensación de haber completado una carrera mas. Después, y una vez en casa, nos esperaría un buen bañito en la piscina en un día espléndido.

Salud para tod@s.
 

Luego el bañito en la piscina.

Obsequios.

 

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